"Tu amor me duele."

"El fuerte, es fuerte mientras el débil se lo permite".


Más lento, más silencioso, menos visible, pero no por ello menos doloroso y altamente peligroso.

Lo que rara vez cuentan en la televisión, cuando de violencia de género se trata, es cómo una mujer llega a someterse al maltrato físico. Parece como si fuera una lotería, un día te despiertas y tu hombre romántico se ha convertido en una bestia que te golpea. Antes de llegar a esto, hay un maltrato psicológico que permitirá que la mujer que un día pone una denuncia por malos tratos, al día siguiente, con la promesa de su pareja de que cambiará, la quite.

La relación de pareja se caracteriza por una primera fase, la atracción o enamoramiento. En este momento es fácil atribuir características deseadas o necesitadas a la persona que amamos. Del mismo modo, en este estado hay ciertas conductas que se pasan por alto, que se justifican y se perdonan fácilmente.

Esa persona, tan encantadora y dulce, un día te monta un numerito por cosas tan absurdas como que no te apetece hacer el amor, que si se te ha olvidado comprar algo es una muestra de que realmente ya no me quieres o que la comida se ha enfriado. Al principio la sorpresa es tan desagradable e incongruente con nuestro ideal que en vez de detectar que se trata de una relación peligrosa, tratamos de justificar lo sucedido trasladando el hecho a un segundo plano, de modo que lo que si nos gusta permanezca más visible. Así conservamos intacta la imagen de quien amamos. Es decir, hacemos un proceso de selección. Es como si tuviéramos dos almacenes de información, en uno guardamos lo congruente con lo positivo y le ponemos la etiqueta de lo “realmente importante” y en el otro metemos todos esos acontecimientos y reacciones abusivas y excesivas a los que clasificamos como “una equivocación la tiene cualquiera”.

Todo el mundo en algún momento en diferentes relaciones tratamos mal a alguien, aun cuando realmente queremos a esa persona. El maltrato psicológico no es una excepción, es una dinámica, un continuo en el tiempo. Una escalada dónde se desvaloriza a la otra persona hasta que ésta asume una posición de desigualdad.

Hay ciertas barreras en una relación que nunca se deben traspasar. Los gritos, la falta de respeto, los insultos no se pueden justificar ni utilizar como una constante. No se deben asumir nunca como modo de comunicación. Esto es algo difícil porque en nuestra cultura se han incrustado formas de relación dónde levantar la voz, criticar destructivamente o incluso insultar tienen cierta validez si la situación lo "justifica." Muchas veces, durante la infancia o la adolescencia se ve como los padres se tratan de malas maneras, o la relación entre padres e hijos se ve salpicada por estas palabras fuera de tono.

En una pareja es necesario establecer límites. Uno puede expresar sus sentimientos, su desagrado o enfado con lo sucedido pero nunca debe tolerarse descargar la ira contra la persona. Por eso cuando uno no tiene claro su propia valía y busca a otra persona que le haga sentirse amado hay más probabilidades de que se caiga en una dinámica abusiva.

Pero, no es tan sencillo. Las personas que sufren maltrato son muy distintas. No podemos caer en dar un perfil general, porque el maltrato es algo progresivo. Personas con una buena autoestima pueden verse víctimas de éste si no detectan los indicios de peligro.

El funcionamiento del maltratador psicológico pasa por la variante de dos opuestos. El amante enamorado y la bestia encolerizada. Un día es un ogro y al día siguiente es capaz de llorar rogando tu compasión, diciendo que no quiere ser así y que cambiará. Es más, pasa incluso por hacerte sentir culpable de su mal genio, de hacerte creer que de ti depende su reacción, que si no hubieras hecho o dicho aquello no se habría puesto así. Lo cierto es que todos somos responsables de nuestras acciones, nunca podemos justificar nuestro comportamiento culpando a otros. Siempre podemos elegir como reaccionar ante una situación, como expresar nuestros sentimientos.

A continuación algunos formas de maltrato psicológico:

  • Ignorancia de los sentimientos u opiniones.
  • Ridiculización.
  • Comparación con objeto de desvalorización.
  • Generalización: ante una equivocación como un olvido puntual se hacen comentarios como eres un inútil, nunca te acuerdas de lo que importa, no se puede contar contigo.
  • Amenazas.
  • Intimidación o coacción para que hagas o dejes de hacer algo.
  • Culpabilización y actitud de víctima.
  • La no comunicación, dejar de hablar o retirarse cuando la persona se esta expresando.

Os remito a un texto de la confesión de un maltratador, puede resultar interesante:

http://www.natureduca.com/blogsos/?p=254

Hoy día hay una concienciación mayor del tema, pero son muchas las personas, hombres y mujeres que viven bajo la aceptación de una forma de relación basada en el maltrato psicológico. Haciendo referencia a Jorge Bucay, el mito del amor ciego ha de ser cambiado por un amor con los ojos bien abiertos.


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Y se casaron y fueron felices.....¿para siempre?



Tras la merecida victoria de “la roja” en la final, toda España estalló en una alegría eufórica y contagiosa. Fueron momentos muy especiales y nos han dejado un muy buen sabor de boca que probablemente será inolvidable. ¿Qué habría pasado si no hubieran ganado? ¿Cuál habría sido la reacción? Nos basta ver las imágenes de los holandeses tras la derrota para imaginárnoslo. Es muy agradable disfrutar de estas emociones tan positivas, pero, ¿podemos decir que somos felices? y, si es así, ¿hasta cuando? Creo que todo esto invita a la reflexión.


Es importante asegurarnos de cuales son nuestras fuentes de felicidad, si son internas, o por el contrario son externas (caso del mundial). Si son fijas o variables. En el campo de la pareja sucede que muy a menudo se espera encontrar la felicidad de la mano de nuestro amor. En todo esto el cine y la música, por no mencionar otros medios de comunicación, influyen enormemente. Desde niños vemos como las muchachas encuentran a su príncipe azul y es en este momento cuando saben que serán felices “para siempre.” De adultos, y quizá sin darse cuenta, muchos se frustran en las relaciones y se reprochan en pareja “tu no me haces feliz.” De hecho, muchas matrimonios se rompen con la esperanza de encontrar a alguien que realmente les haga felices.


Es normal buscar la felicidad, pero hay que saber dónde buscarla. Si tu no eres feliz tu pareja no puede suplir una carencia que es personal, propia de cada individuo. Una forma de entender la felicidad es la satisfacción con lo que se es y con lo que se tiene. A menudo comparamos nuestra relación de pareja con la idea que habíamos soñado. Vemos que ese hombre no es tan comunicativo y que es muy poco romántico; o que la mujer no es tan comprensiva ni condescendiente como a él le gustaría. Y es precisamente esta comparación entre lo que es y lo que supuestamente “debería ser” lo que nos hace sentir mal.


Para ser feliz una cosa muy importante es que la felicidad no dependa de nuestra pareja ni de otras circunstancias, aunque desde luego influyen. Que podamos valorar lo que somos y lo que tenemos. Que cuando analicemos nuestra relación nos fijemos en el progreso y en los puntos fuertes de esta y no en si es o no como la de las películas. Conforme crecemos parece que vamos perdiendo la capacidad de ver lo positivo, y nos cuesta disfrutar porque permitimos que lo que no nos gusta nuble lo bueno del momento.


En la vida, la pareja es una parte sin duda importante, pero no es la única. No merece la pena relegar el desarrollo personal y otras relaciones por centrarnos exclusivamente en la pareja. Y entender esto, contribuye a la felicidad de la persona y suele traducirse en una relación de pareja más agradable y con menos exigencias.


Antes de concluir quisiera hacer una pequeña aclaración, en caso de maltrato físico y/o psicológico es necesario pedir ayuda externa. Cuando la relación cae en esa dinámica es muy difícil salir de ella, es algo que no debe pasar por la aceptación. Precisamente de este aspecto, el maltrato psicológico, hablaremos en el próximo artículo.


Para los demás casos, os animo a hacer una balanza, en la que además de las cosas negativas de vuestra relación, que suelen estar más presentes, incluyáis esas cosas que a veces se asumen como normales y no se valoran como un aspecto muy positivo. Que no pase un día sin decirle a vuestra pareja algo que os gusta de él o ella. Cuanto más exigentes nos volvemos menos podemos disfrutar de la relación. Además, las exigencias se viven como acusaciones, ante las que la pareja suele retraerse y distanciarse o responder con más exigencias.


A veces la mejora en la relación pasa por cosas tan sencillas como darse cuenta de lo bueno y comunicarlo. Más allá de valorar si los dos damos igual se trata de valorar como más importantes y frecuentes las cosas agradables por encima de las que no lo son.




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¿Cuándo se acaba una relación?

En ocasiones, hay pacientes que acuden solos a terapia de pareja. Se trata de personas que más que terapia para restaurar sus relaciones, buscan ayuda para tomar una decisión: seguir o no seguir con su pareja. Algunos, cuando vienen ya han roto con su pareja en varias ocasiones, pero vuelven a “caer en la tentación” una y otra vez. Algunos aseguran no querer volver a envolverse en esa relación, pero cuando se sienten vulnerables acaban por marcar de nuevo el teléfono del “ex”. Otros confiesan no tener las cosas claras, están enamorados de una parte de esa persona, pero hay otra que no soportan, y guardan la esperanza de un cambio milagroso.

Muchas veces interpretamos que la relación se rompe en el momento que uno de los componentes se lo comunica al otro. Lo cierto es que las relaciones, por lo general, no se rompen de la noche a la mañana. Hay un deterioro, ciertas grietas, que si no se detectan y se reparan a tiempo, llegará un momento en el que, de forma inevitable, la pareja se romperá. Cuando la base de la relación es “movidiza”, ésta se tambaleará continuamente. Por ejemplo, si lo que te mantiene unido a la otra persona es la idea de cómo debería ser, más que la aceptación de cómo es, las decepciones se darán cada vez que veas comportamientos en él o en ella, que te muestran una imagen distinta a la que tu mantienes en tu cabeza.

Otra razón por la que se vuelve a una relación es por el miedo al sufrimiento. En nuestra sociedad se nos enseña a huir del dolor y a buscar la comodidad. No es de extrañar que cuando la vida se muestra de forma natural, salpicada por la tristeza, no sabemos cómo enfrentarnos a ella. Nos cuesta creer que este sufrimiento pasará, que volveremos a enamorarnos e ilusionarnos. Nos parece que se nos desgarra el corazón y que no tenemos fuerzas para seguir. Quizá hemos aprendido a depender del consuelo de nuestra pareja, y cuando ésta no está no sabemos a donde ir.

Lo cierto es que es difícil distanciarse de una persona que está cerca en nuestro corazón y en nuestros pensamientos. Cuando no ha habido una causa como infidelidad u otras de está índole. Cuando no se ha dejado de querer a la persona, se hace más difícil desengancharse.

Os añado, al final del artículo, el enlace a un cuento de Jorge Bucay que explica cuándo se termina una relación, usando, cómo no, la moraleja. En él explica que cuando alguien que puede evitarte el sufrimiento no lo hace, en ese momento se acaba la relación. Pero, no es tan sencillo, la relación puede pasar por baches donde, desde el dolor, se hagan o se digan cosas arrastrados por la emoción del momento, que suele ser negativa.

En estas situaciones que estamos comentando cabe preguntarse ¿qué aportas tú a esa persona que dices que amas?, ¿qué te aporta él/ella a ti?, ¿qué es lo que te sigue atrayendo de esa persona? Muchas veces las reconciliaciones enganchan más que la propia relación, despiertan sentimientos más intensos que la relación en sí.

Una forma de saber si seguir o no con la relación es precisamente dejar de planteártelo. Piensa en tu vida, en tus objetivos, en hacia dónde se dirige. Redescubre qué cosas valoras en la vida, qué es para ti lo más importante. Haciendo esto, no sólo encauzarás tus pasos, sino que verás si esa persona de la que te has enamorado comparte objetivos y valores contigo. Aunque no sean los mismos. Es como cuando antiguamente recogías a alguien que hacía “auto-stop”. Lo primero que le preguntabas es a donde iba. Y aunque no fuera exactamente al mismo sitio que tu, valorabas si coincidía con tu trayecto. A nadie se le ocurría coger a alguien que iba a una dirección opuesta y cambiar el rumbo del viaje. Apliquemos esta lógica a las relaciones, no recojas a gente que te haga perder el rumbo. El viaje será más agradable para los dos si os acompañáis en una misma dirección y no cuando uno de los dos tiene que perder su oportunidad de crecer en la vida para que el otro se desarrolle. Por supuesto que en la relación no siempre va todo sobre ruedas y hay que ceder en ciertas cosas, pero que sean cosas se pueden cambiar y no la esencia de la persona.


http://www.youtube.com/watch?v=vT3_o0thKfg&feature=related



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