¡EN GUARDIA!

A menudo, las parejas se dan cuenta que, pasado un tiempo, su cónyuge no es lo que pensaban, o que la situación que viven no es la que soñaban. La discrepancia entre lo que se tiene y lo que se desea es lo que se llama en psicología disonancia cognitiva. Esto produce un malestar personal difícil de soportar a lo largo del tiempo.


Lo curioso es cómo reaccionan las parejas ante este tipo de situaciones. Vivimos sometidos a un ritmo de vida estrepitosamente rápido, lleno de exigencias, marcado por rutinas y, paradójicamente, por inoportunos imprevistos. Esto nos deja poco tiempo para reflexionar en la pareja, en cómo están funcionando las cosas, en qué hacemos nosotros porque vayan mejor, etc. Nos damos cuenta de que las cosas no son como nos gustaría cuando nos sentimos mal, generalmente ante el comportamiento de la otra parte. La reacción suele ser enfocada a aliviar lo que en dicho momento nos molesta, no tanto a un cambio a largo plazo.


De la frustración salen dos actitudes que deterioran el equilibrio de la satisfacción en pareja: la crítica y la defensiva.


La actitud crítica se enfoca continuamente en lo que falla, en lo que se podría mejorar del otro. La forma de expresar los sentimientos es atacando y tachando a la persona por completo más que refiriéndose a un comportamiento específico. Con esta actitud la frustración aumenta. Por una parte, las cosas negativas son percibidas continuamente y la sensación de mal estar pesa más a lo largo del tiempo. Por otro lado, rara vez consigue su objetivo, porque no expresa la necesidad interna sino el fallo en el otro. Incluso cuando de este modo uno consigue llevarse la razón, la relación sufre. En lugar de compañeros de viaje, la sensación es de oponentes que luchan en el ring.


Por ejemplo:

¡Nunca me escuchas!” “Parece que lo único que te importa es tu trabajo y lo que piensen de ti tus amigos”.


¿Es que siempre tienes que ser el centro de atención? Siempre que vamos a una fiesta acabas dejándome en ridículo. ¡No te callas ni debajo del agua!


La actitud defensiva se marca por una lista de excusas y justificaciones, seguidas de un nuevo ataque hacia la otra persona. La defensa es una reacción de lucha ante un supuesto ataque. Lo peligroso de ésta es que, aún siendo provocada, es un forma de pelear, de atacar y de continuar en una espiral de reproches. La persona que vive de forma “defensiva” se siente tensa, controlada y atacada. Muchas veces es como si uno tuviera que estar continuamente demostrando que “es inocente”.


Por ejemplo:

Es que por lo menos mis amigos valoran lo que digo. ¡Cómo quieres que te escuche si lo único que haces es gritar todo el día!


Y ¿qué quieres?, ¿qué seamos todos tan sosos como tú? Parece que en vez de una fiesta estás en un entierro.



Ambas formas de comunicación son un ataque, no una expresión genuina de los sentimientos. Por eso la sensación final tras una disputa “crítica-defensa” es de frustración, de que el otro “no nos entiende”. Como ya hemos mencionado en otros artículos, las discusiones no son en sí lo que envenena una relación de pareja. Es la forma en la que éstas se producen lo que puede perjudicar la unión entre ambos. Para poder “discutir bien”, es importante darle a nuestra pareja un mensaje “yo” en lugar de “tú”. Un mensaje centrado en lo que sentimos y deseamos y no tanto en lo que el otro hace o no hace, es o deja de ser. De este modo le damos la oportunidad a la otra persona de saber por qué algo nos hace daño y entender nuestros sentimientos, que es muchas veces lo que trae alivio a la situación.


Lo paradójico de todo esto será descubrir que, muchas veces, los sentimientos que provocaron una pelea son por ambas partes muy similares. Pues como diría Dale Carnegie, el deseo más profundo de todo ser humano es sentirse amado o valorado.



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"Juntos pero separados".


Muchos matrimonios se quejan de no hacer nada juntos, de no tener tiempo o de no ponerse de acuerdo en como usar este tiempo. A veces, mientras una de las partes reclama más actividades en común, la otra puede estar echando de menos algo más de tiempo para sí misma. También hay parejas, aparentemente, muy unidas. No hacen nada por separado, si uno no sale, el otro tampoco “no me gusta divertirme sin mi mujer” o “nos queremos tanto que todo lo hacemos juntos”.


“El tiempo es oro”, advierte nuestro refranero. Una parte importante de nuestro día se ve absorbida por el trabajo, el hogar u otras responsabilidades. Nos queda poco tiempo libre, tiempo para usar como queramos. La forma de administrar ese tiempo repercute en nuestra satisfacción como individuos y por supuesto como pareja.


El ocio podríamos dividirlo en cuatro secciones: como individuos, como familia, como amigos y, por supuesto, como pareja. Cuando uno de estos cuatro pilares falta podemos experimentar una sensación de ahogo o pérdida, de estrés o insatisfacción. Claro que el tiempo libre y su uso no lo es todo, pero nos sorprenderíamos si le prestáramos un poquito más de atención e hiciéramos los ajustes necesarios.


En pareja, a menudo se tiende a invertir más en un primer momento. Uno se puede sentir tan placenteramente absorto que llega incluso a descuidar a familia o amigos. El extremo opuesto se halla cuando pasado un tiempo se sigue creciendo por separado, se deja de construir como antes y uno se extraña de que la relación caiga en la rutina y el distanciamiento. Cada una de las cuatro áreas que comentamos en el párrafo anterior requieren de un cuidado especial.


Como individuos necesitamos desarrollarnos, crecer, no sólo físicamente, sino en todo lo que nos forma como persona. Para esto tenemos que hacer el esfuerzo consciente de aprender. Lo tentador es buscar a alguien que “supla” las carencias personales, pero esto a la larga se desvanece.


Como familia formamos un vínculo singular. Incluso en los casos de distancias o de rupturas familiares los hijos siguen siendo hijos, los hermanos, hermanos y los padres, padres. Cuando las relaciones familiares no son favorables la persona que forma parte de ese sistema se resiente. Por eso, es importante incluir, en la medida de lo posible, a la familia en la planificación del tiempo libre.


Como amigos, si de pequeños la figura materna y paterna fueron de vital importancia necesitábamos sentir constantemente su cercanía, llegada la adolescencia necesitamos crear nuevos vínculos de relación con los iguales que se convertirán en una ayuda para sentirse independientes y a la vez aceptados. Aunque en la edad adulta el círculo de amistades se ve más reducido, no es por ello poco importante. Salir con otras parejas, quedar a solas con los viejos amigos, etc. pueden contribuir al bienestar personal.


Como pareja, es muy útil dirigir las actividades de tiempo libre hacia dos direcciones. La primera a construir nuevos recuerdos y a crear la oportunidad de seguir descubriéndose y experimentando afinidad mutua. La otra es en rememorar acontecimientos, lugares y momentos que ayudaron a crear la unión presente. Por ejemplo, volver a un sitio que para ambos tiene un gran valor sentimental puede ayudar a conectar con emociones positivas que a veces se ven mermadas por la rutina.



Puede que uno se vea limitado por el poco tiempo libre que tiene o por la economía, pero siempre hay algo que se puede hacer en pareja, por ejemplo un desayuno en la cama, un paseo haciendo fotos, ver una película acurrucados en el sofá, etc.


Invertir tiempo en la pareja, en hacer cosas juntos, tiene su efecto más allá del presente, éste se deja ver con el paso del tiempo.






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¿La pareja ideal?


¿Cómo es tu pareja ideal? ¿Cómo es la pareja que tienes? ¿Es muy grande la diferencia entre lo que deseas y lo que tienes?


Imagina que estás invitado a una boda, ya tienes el vestido o el traje y sólo te faltan unos zapatos que den la talla. Antes de salir a comprar ya tienes una idea de como te gustaría que fueran, más o menos sabes de que color los quieres e incluso quizá en tu imaginación les has puesto algunos detalles especiales. Conforme vas recorriendo zapaterías descubres que en ninguna está exactamente ese que habías pensado. Encuentras varios parecidos, pero ninguno tiene todos los detalles que tu querías. Finalmente descubres unos que son distintos y a la vez similares, de los que te enamoras pese a no ser esos que ibas buscando. La pregunta es, ¿que haces? ¿te los quedas? ¿adaptas tu idea inicial a lo que ves?


Supongo que ya sabéis por donde voy, y perdonad si el ejemplo es demasiado simplista, pero muchas veces sucede algo parecido en nuestras vidas. Tenemos un ideal de lo que queremos y buscamos y nos cuesta aceptar que nuestra pareja no se corresponde 100%, algunos abandonan para buscar y ver si encuentran algo mejor, otros no se dan por vencidos y empiezan a realizar una serie de esfuerzos por conseguir que su pareja actual se convierta en su ideal. Estos intentos suelen desembocar en frustración, decepción, culpabilidad, etc.


No hay nada malo en buscar a alguien con quien la vida parezca más divertida, o más romántica o quizá más interesante. Pero muchas veces ponemos un listón tan alto que roza la perfección, de la cual están muy lejos los mortales.


En una ocasión llego a mis manos la lectura de la siguiente descripción sobre el amor:


Hay quien ama a su pareja porque es “mejor que”. Este amor se tambalea cuando conocemos a alguien “mejor que” la persona con la que estamos.


Hay quien ama “por cómo es”, resaltando las características positivas que le hacen estar enamorado y tratando de no tener en cuenta esas cosas que nos resultan discrepantes. Este amor se basa sólo en lo positivo y se resiente con la aparición de cualquier cosa desagradable en la persona.


Y por último hay quien ama “a pesar de”, teniendo en cuenta las cosas que nos enamoran y los rasgos negativos. Este tipo de amor asume que su pareja no es perfecta y que quizá no es todo lo que uno deseaba, pero a pesar de eso pueden caminar juntos compartiendo su amor.


La felicidad en pareja viene, en gran parte, por la satisfacción que en esta se experimenta. Para estar satisfecho no es necesario vivir en un romance de hollywood donde todo es maravilloso y la música acompaña a cada gesto y palabra. Para estar satisfecho en pareja es necesario percibir que nos gusta la persona con la que estamos a pesar de cómo es. Por supuesto esto no es aplicable a ningún tipo de maltrato. Pero puede ser muy útil a aquellas parejas que sienten que se cansan intentando que su pareja cambie, que alimentan su relación a base de “promesas de cambiar”, de las que tras un tiempo sólo quedan los resquicios de comportamientos forzados para volver otra vez a la misma dinámica.


Desde luego que uno puede y debe tratar siempre de cambiar, de mejorar. Pero no se puede vivir el amor basado en promesas sino en la realidad presente, en si ambos se aceptan y quieren en esencia, vengan o no cambios posteriores. Por eso, quizá no vendría mal revisar nuestros conceptos de hombre o mujer ideal para de alguna forma ver si hay que hacer algunos ajustes y disfrutar más de lo que tenemos.



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De las Cálidas pelusas a la práctica de la comunicación en pareja:

En el cuento de hadas “las cálidas pelusas” se introducen diferentes elementos de la comunicación. Al principio, cuando uno está enamorado, que suele coincidir con el inicio de la relación, ofrece fácilmente y de forma espontánea afecto a su pareja. Tristemente el roce del día a día no siempre es agradable, o al menos no es tan “mágico” como nos habíamos imaginado. Tras las decepciones, uno se vuelve más receloso a la hora de entregar “cálidas pelusas”. También se valoran menos las cosas que recibimos. Muchas veces se dan por hecho. Por ejemplo, sacar la basura, preparar la comida o ayudar al hijo con los deberes, se ven como cosas normales y no como algo que nos agrada de la pareja. En cambio es fácil exigir o reprochar cuando no se hace lo que dábamos por hecho o cómo esperábamos.


Lo que en el cuento se refleja es que a veces damos esperando recibir, o incluso desconfiando, y no de forma sincera y gratificante sino como esos “espinos cubiertos de pelusa”. A veces se mantienen las relaciones de este modo, pero eso no significa que sea satisfactorio. Al contrario, la sensación es de necesidad y frustración.


En terapia de pareja, usamos el término “gratificación” para hablar de lo importante que es ser consciente de las cosas que nos gustan de la pareja, pero sobre todo que el compañero sepa que nos agradan. Esto es una parte muy importante en la comunicación.


Por extraño que parezca, las parejas siguen descubriéndose después de años de convivencia. En terapia, a veces se sorprenden al escuchar a su cónyuge confesar el valor - mucho, poco o nada - que le dan a ciertos aspectos de su comportamiento. Por poner un ejemplo, un hombre que se agobiaba cuando, al llegar a casa, su mujer le contaba los problemas que había tenido durante su ajetreado día. Descubrió que ella sólo deseaba ser escuchada y comprendida, que de este modo se sentiría mucho más aliviada. Así, el no sentía la carga de tener que buscar siempre una solución. Conseguir que aquella persona a la que amamos se entere de nuestra valoración, es de vital importancia. No se puede pedir más de lo que uno está dispuesto a dar, es decir, no se puede pedir una “pelusa” a cambio de un “espino”. A muchos les cuesta dar porque sienten que son más vulnerables (que se pueden agotar sus cálidas pelusas). En cierto modo es así, nos exponemos a que nos rechacen al declarar nuestros sentimientos. Pero es también el único modo de poder ser correspondidos, de experimentar que el amor que damos vuelve a nosotros transformado en algo más grande. Cuando te proteges de ser dañado, evitando mostrar tus sentimientos, te “proteges” también de recibir lo bueno de compartir.



Me gusta como acaba el cuento, con la interrogación en manos del lector de si realmente asumiremos el riesgo de dar o, por el contrario, nos volveremos “precavidos”, vigilando siempre si nos dan suficiente, si nos tratan como deseamos. Aún entendiendo que es mejor dar “pelusas” de las de verdad, en la práctica requiere un esfuerzo. De niños nos enseñan a recibir, pero es de mayores cuando tenemos que hacer un esfuerzo consciente y dar. Ya no se trata de que pierdas tú para que gane yo, sino que si tú ganas, yo también gano, y es que dando ganamos los dos.





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Un cuento de hadas: Las cálidas pelusas.

En esta ocasión hemos querido ofreceros un cuento de hadas que ilustra de forma muy hábil la comunicación y los factores que en ella influyen. Nos gustaría que lo podáis leer y darnos vuestra opinión. En el próximo artículo lo comentaremos desglosando los significados implícitos en la historia.


LAS CALIDAS PELUSAS
Claude M. Steiner



Érase una vez, hace muchos años, un lugar donde vivían dos personas muy felices llamadas Tim y Maggie que tenían dos niños John y Lucy. Para entender su felicidad, tienes que comprender cómo eran las cosas en aquellos días. Verás, en aquellos días a todo el mundo se le daba en su nacimiento una pequeña y suave Bolsa de Pelusa. Una vez, una persona metió la mano en esta bolsa y sacó una Cálida Pelusa. Las Cálidas Pelusas estaban muy solicitadas porque siempre que a alguien se le daba una Cálida Pelusa hacía que se sintiese completamente cálido y pelusón. La gente que no conseguía las Cálidas Pelusas regularmente tenía el peligro de padecer un dolor en la espalda que les causaba una gran enfermedad y la muerte.

En aquellos días era muy fácil conseguir Cálidas Pelusas. Cuando alguien se sentía mal, podía acercarse a ti y decirte: «Me gustaría tener una Cálida Pelusa». Entonces, metías la mano en tu bolsa y sacabas una Pelusa del tamaño de la mano de un niño pequeño. Tan pronto como la Pelusa veía la luz del día, sonreía y se abría en una peluda Cálida Pelusa. Después, la aplicabas en el hombro, la cabeza o el regazo de la persona y se fundía con su piel haciendo que se sintiese completamente bien. La gente estaba siempre pidiéndose unos a otros las Cálidas Pelusas, y ya que se daban siempre libremente, se conseguían sin ningún problema. Había siempre de sobra para todos, y como consecuencia todo el mundo era feliz y se sentía cálido y pelusón la mayor parte del tiempo.

Un día, una bruja mala se enfadó porque todos eran tan felices que nadie compraba pócimas y remedios. La bruja, que era muy lista, ideó un plan muy perverso. Una hermosa mañana se acercó sigilosamente a Tim mientras Maggie estaba jugando con su hija y susurró a su oído: «Observa esto, Tim, mira todas las Pelusas que Maggie está dando a Lucy. ¡Sabes que si ella continúa así, con el tiempo las acabará y entonces no habrá ninguna para ti!». Tim estaba atónito. Se volvió hacia la bruja y dijo: «¿Quieres decirme que llegará un momento en que introduzcamos la mano en la Bolsa y ya no haya Cálidas Pelusas?». y la bruja dijo: «No, absolutamente ninguna, y una vez que acabes con ellas se acabó, no tendrás ya más». Con esto la bruja salió volando sobre su escoba y riéndose a carcajadas.

Tim tomó esto en consideración y empezó a notar que Maggie daba Cálidas Pelusas a más gente. Finalmente, él estaba muy preocupado y transtornado porque le gustaban mucho las Cálidas Pelusas de Maggie y no quería renunciar a ellas. Ciertamente, no creía que fuese bueno para Maggie estar gastando todas sus Cálidas Pelusas con los niños o con otras personas. Empezó a quejarse continuamente, Maggie seguía dando Cálidas Pelusas a la gente, pero como vio que a Tim le molestaba, dejó de hacerlo y las reservó para él. Los niños observaron esto y pronto empezaron a tener la idea de que era malo dar Cálidas Pelusas cada vez que nos las pedían o nos sentíamos mal. Llegaron a ser muy precavidos a la hora de darlas. Observaron cuidadosamente a sus padres y cada vez que creían que estaban dando demasiadas Pelusas a otro empezaron también a oponerse. Los padres también empezaron a sentirse preocupados cada vez que daban demasiadas Cálidas Pelusas; incluso aunque encontraban una Cálida Pelusa, cada vez metían menos y menos la mano y empezaron a ser más tacaños. Pronto la gente empezó a notar la falta de Cálidas Pelusas y empezaron a sentirse menos cálidos y menos pelusones. Comenzaron a encontrarse mal y, de vez en cuando, la gente moría por la falta de Cálidas Pelusas. Más y más gente fue a la bruja a comprar pócimas y remedios incluso aunque no parecían efectivos.

Bien, la situación estaba empezando a ser realmente muy seria. La bruja mala que había estado observando todo esto no quería que la gente muriese (ya que la gente muerta no podía comprar sus remedios y pócimas), así que ideó un nuevo plan. A cada uno se le daba una Bolsa que era muy similar a la Bolsa de la Pelusa excepto que ésta era fría mientras que la Bolsa de Pelusa era cálida. Dentro de la Bolsa de la bruja había Fríos Espinos. Estos Fríos Espinos no hacían que la gente se sintiese cálida y pelusona, sino que les hacía sentirse fríos y espinosos, pero prevenían las espaldas de la gente de la grave enfermedad. Así, desde entonces, cada vez que alguien decía: «Quiero una Cálida Pelusa», la gente que estaba angustiada de agotar su provisión decían: «No puedo darte una Cálida Pelusa, pero ¿te gustaría un Frío Espino?». A veces dos personas se acercaban una a otra pensando que podrían conseguir una Cálida Pelusa, pero uno u otro cambiaría de idea y ganarían dándose Fríos Espinos. Así, el resultado final fue que mientras muy pocos se morían, mucha gente era infeliz y se sentía fría y espinosa. La situación llegó a complicarse mucho, porque desde la llegada de la bruja, había menos y menos Cálidas Pelusas; así las Cálidas Pelusas que en días pasados habían sido libres como el aire llegaron a ser extremadamente valiosas. Esto hizo que la gente hiciese cualquier cosa para obtenerlas. Antes de que apareciese la bruja, la gente estaba acostumbrada a juntarse en grupos de 3, 4 ó 5, no preocupándose demasiado por quién daba Cálidas Pelusas a los demás. Después de la llegada de la bruja la gente empezó a separarse y a reservar todas sus Cálidas Pelusas exclusivamente para sí. La gente que se olvidaba a sí misma y daba una Cálida Pelusa a alguien inmediatamente se sentía culpable por esto ya que pensaban que su cónyuge sentiría la falta de la Cálida Pelusa. La gente que no podía encontrar un compañero generoso tenía que comprar sus Cálidas Pelusas trabajando muchas horas para conseguir el dinero.

Algunos que habían llegado a ser «populares» de algún modo, conseguían muchas Cálidas Pelusas sin tener que pagarlas. Esta gente después vendía sus Cálidas Pelusas a las personas «poco populares» y que las necesitaban para sobrevivir. Otra cosa que sucedió fue que algunas personas cojían Fríos Espinos, que eran ilimitados y que se conseguían libremente, los cubrían de blanco, los mullían y los pasaban como Cálidas Pelusas. Estas falsas Cálidas Pelusas realmente eran Pelusas de Plástico y causaban dificultades adicionales. Por ejemplo, dos personas conseguían juntar y cambiar libremente Pelusas de Plástico, lo que presumiblemente les habría hecho sentirse mejor, pero en cambio llegaban a tener malos sentimientos. Entonces pensaban que les habían cambiado las Cálidas Pelusas, y estaban muy confusos ya que nunca comprendieron que sus sentimientos fríos y espinosos realmente eran el resultado del hecho de que se les había dado Pelusas de Plástico.

Así, la situación era muy, muy triste y todo ello les estremecía porque la llegada de la bruja hizo que la gente creyese que algún día, cuando menos lo esperasen, meterían la mano en su Bolsa de Cálidas Pelusas y no encontrarían ninguna más. No mucho tiempo después, una mujer joven de grandes caderas nacida bajo el signo de Acuario, llegó a esta tierra desdichada. Parecía no dar importancia a la bruja mala y no estaba preocupada de que se acabasen las Cálidas Pelusas. Ella las repartió libremnte, incluso cuando no se las pedían. La llamaron la Mujer Cadera y no les gustaba porque daba a los niños la idea de que no tenían que preocuparse porque se acabasen las Cálidas Pelusas. A los niños les gustaba mucho la joven porque se sentían muy bien a su lado, y empezaron a repartir las Cálidas Pelusas cada vez que se encontraban así.

Los adultos empezaron a preocuparse y decidieron aprobar una ley para proteger a los niños del agotamiento de su suministro de las Cálidas Pelusas. La ley consideraba delito criminal repartir las Cálidas Pelusas de un modo indiscriminado, sin una auto­rización. Sin embargo, muchos niños no parecían preocuparse; y a pesar de la ley continuaban dándose mutuamente Cálidas Pelusas siempre que se sentían así y cuando se las pedían. Ya que había muchos, muchos niños, casi tantos como adultos, empezó a considerarse que ellos pudieran seguir su propio camino. Así ahora es difícil decir que sucederá: ¿Impondrán los adultos la ley y detendrán la temeridad de los niños? ¿Se unirán los adultos con la Mujer Cadera y con los niños teniendo la oportunidad de que haya siempre tantas Cálidas Pelusas como se necesiten? ¿Recordarán los días en que sus hijos intentaban volver a los tiempos en que las Cálidas Pelusas eran abundantes ya que la gente las regalaba libremente?

¿Y vosotros que pensáis, que hacéis…?


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Disfunción eréctil o impotencia:

La erección es la señal más visible de excitación en el hombre, pero no es la única. En ocasiones, se presta tanta atención a este reflejo que se pierden de vista otros cómo la respiración, la sudoración o la tensión muscular en otras zonas. Cuando uno padece o cree que podría padecer impotencia se genera una focalización de la atención excesiva en el problema, lo que conlleva un estado ansioso. Así resulta doblemente difícil dejarse llevar por un camino por donde la excitación aumenta de forma progresiva.


La erección es un reflejo neurovascular, por tanto depende de numerosos factores físicos como el adecuado nivel hormonal, un buen funcionamiento vascular o una sana anatomía del pene. La disfunción eréctil es quizá el problema sexual que más se achaca a causas físicas y, hasta la aparición de la viagra, inundaba de desesperanza a quienes la padecían. Lo curioso de todo esto es que la impotencia en un 85% de los casos aproximadamente se produce por causas psiogénicas, es decir es susceptible de tratamiento mediante la terapia psicológica y sexual. De hecho muchos pacientes obtendrán un gran alivio y una recuperación más rápida al experimentar los primeros síntomas de mejoría, es decir al darse cuenta de que su problema tiene solución.


Una forma de saber si se trata de un problema psicológico es observar si en otras situaciones se produce una erección, como por ejemplo si en algunas relaciones logra una buena respuesta sexual pero en otras no. Si el hombre tiene erecciones matinales, o incluso experimenta poluciones nocturnas, también es una muestra de que posee un buen funcionamiento a nivel físico. Si por ejemplo durante la masturbación logra la erección pero no en las relaciones sexuales con su pareja descartaríamos las causas orgánicas.


Es importante ser consciente de cómo el pensamiento influye en nuestra forma de sentirnos y a su vez nuestros sentimientos y estado de ánimo afectan a nuestro comportamiento. Entre los temores más comunes que pueden afectar al reflejo de la erección encontramos los siguientes:


  • Ansiedad ante el rendimiento.
  • Miedo a ser rechazado.
  • Culpabilidad relacionada con el disfrute sexual.
  • Preocupación excesiva por si la mujer disfrutará.
  • Recuerdos de algún episodio pasado donde hubo dificultades para la erección.
  • Dificultades para dejar a un lado preocupaciones laborales.
  • “Predecir” que no saldrá bien.
  • etc.



En cualquier caso, siempre y cuando se descarten los factores orgánicos, la terapia irá enfocada a una vivencia de la sexualidad sin presiones ni miedos. Será importante, por tanto reconocer otros indicios de excitación y de placer donde no todo se basa en la erección. Se enseñan técnicas de relajación y por otro lado, sin que sea contradictorio, técnicas de estimulación. Se trabaja tanto con el hombre como con la pareja, siempre y cuando los dos estén de acuerdo.


Las mujeres, ante la situación que venimos tratando, muchas veces experimentan una mezcla de sentimientos que van desde el desconcierto hasta la frustración o el enfado. Se hacen preguntas a si mismas y a su pareja. A veces sienten que ya no son atractivas o que su marido ya no siente nada por ellas. Todos estos interrogantes, que son muy comprensibles, muchas veces lo que hacen es cronificar aun más el problema. En estos momentos cualquier tipo de presión ante el funcionamiento sexual del hombre lo que hace es agravar más la situación. Por ello lo mejor es pedir ayuda profesional, donde además del tratamiento se ofrezca una clara comprensión del problema.



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Orgasmo femenino.



Muchas mujeres se preguntan si su funcionamiento sexual es normal. Algunas se quejan de nunca haber alcanzado un orgasmo, otras se desaniman por la dificultad en alcanzarlo y otras se sorprenden por sentir que “pierden el control” con una mínima estimulación.


Lo primero que hay que recordar es que el cuerpo femenino esta preparado para alcanzar el umbral orgásmico y tener un funcionamiento sexual satisfactorio. En muchas ocasiones esta capacidad natural se ve mermada por factores psicológicos y situacionales.


Hay que distinguir que cada mujer es un mundo. Lo que a una le parece algo increiblemente placentero puede no serlo para otra. El orgasmo es la culminación de la excitación que se acumula en las fases previas de la relación sexual. Cada mujer tiene un umbral, un momento en el que el placer se desborda. Ese umbral es la diferencia y lo que cada mujer necesita aprender sobre si misma. Un escalofrío es un reflejo que se produce cómo reacción de nuestro cuerpo a cierta estimulación. Hay personas que con apenas estimulación experimentan un escalofrío, otras necesitan una estimulación más variada o más intensa. Pues bien, lo mismo ocurre con el orgasmo, que también es un reflejo.


La excitación en el hombre es mucho más evidente y fácil de distinguir a través de la erección. En cambio en la mujer hay una escalada de señales que indican la aproximación de ésta al orgasmo. Aprender a conocer tu propio cuerpo y distinguir esas señales es parte del camino al orgasmo. Sobre todo en el caso de aquellas mujeres que nunca han experimentado uno.


Otra frustración que presentan las mujeres es que les cuesta mucho o que no pueden alcanzar el orgasmo con la penetración. Esto es más normal de lo que muchos piensan. Diversas encuestas concluyen en que alrededor de un 70% de las mujeres necesita la estimulación del clítoris para llegar al orgasmo. Fisiológicamente esto es muy comprensible. Con el coito el hombre recibe una estimulación muy similar a la masturbación. En cambio, las mujeres no experimentan algo similar. La mayoría de las mujeres, un 95% se estimula con el roce del clítoris. La penetración por eso no logra excitar a la mayoría de las mujeres con la misma intensidad o duración.


En su día, el psicoanalista Freud introdujo la creencia de que existían dos tipos de orgasmo, el clitoriano y el vaginal. Llegó a decir que las mujeres mostraban su madurez sexual cuando lograban el orgasmo exclusivamente con la penetración y en cambio, eran infantiles e inmaduras aquellas dependían de la estimulación en el clítoris. Por fortuna hoy día se sabe que la mujer es perfectamente normal cuando necesita la estimulación del clítoris, como cuando alcanza el clímax durante el coito.


Una maniobra que se recomienda en terapia sexual es “el puente”. Se trata de estimular el clítoris a la misma vez que se introduce el pene en la vagina. Esto puede hacerlo el hombre con su mano o bien la propia mujer. Ciertas posiciones como la mujer arriba y el hombre abajo favorecen la maniobra.


La comunicación clara, comprensiva y no exigente es fundamental para disfrutar al máximo de las relaciones. Ninguna mujer debe de sentirse mal por necesitar una estimulación distinta a la de su cónyuge. Los juegos preliminares no tienen porque ser sólo “preliminares”. Es importante que cada una descubra lo que le gusta y así poder comunicarlo.



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"Tu amor me duele."

"El fuerte, es fuerte mientras el débil se lo permite".


Más lento, más silencioso, menos visible, pero no por ello menos doloroso y altamente peligroso.

Lo que rara vez cuentan en la televisión, cuando de violencia de género se trata, es cómo una mujer llega a someterse al maltrato físico. Parece como si fuera una lotería, un día te despiertas y tu hombre romántico se ha convertido en una bestia que te golpea. Antes de llegar a esto, hay un maltrato psicológico que permitirá que la mujer que un día pone una denuncia por malos tratos, al día siguiente, con la promesa de su pareja de que cambiará, la quite.

La relación de pareja se caracteriza por una primera fase, la atracción o enamoramiento. En este momento es fácil atribuir características deseadas o necesitadas a la persona que amamos. Del mismo modo, en este estado hay ciertas conductas que se pasan por alto, que se justifican y se perdonan fácilmente.

Esa persona, tan encantadora y dulce, un día te monta un numerito por cosas tan absurdas como que no te apetece hacer el amor, que si se te ha olvidado comprar algo es una muestra de que realmente ya no me quieres o que la comida se ha enfriado. Al principio la sorpresa es tan desagradable e incongruente con nuestro ideal que en vez de detectar que se trata de una relación peligrosa, tratamos de justificar lo sucedido trasladando el hecho a un segundo plano, de modo que lo que si nos gusta permanezca más visible. Así conservamos intacta la imagen de quien amamos. Es decir, hacemos un proceso de selección. Es como si tuviéramos dos almacenes de información, en uno guardamos lo congruente con lo positivo y le ponemos la etiqueta de lo “realmente importante” y en el otro metemos todos esos acontecimientos y reacciones abusivas y excesivas a los que clasificamos como “una equivocación la tiene cualquiera”.

Todo el mundo en algún momento en diferentes relaciones tratamos mal a alguien, aun cuando realmente queremos a esa persona. El maltrato psicológico no es una excepción, es una dinámica, un continuo en el tiempo. Una escalada dónde se desvaloriza a la otra persona hasta que ésta asume una posición de desigualdad.

Hay ciertas barreras en una relación que nunca se deben traspasar. Los gritos, la falta de respeto, los insultos no se pueden justificar ni utilizar como una constante. No se deben asumir nunca como modo de comunicación. Esto es algo difícil porque en nuestra cultura se han incrustado formas de relación dónde levantar la voz, criticar destructivamente o incluso insultar tienen cierta validez si la situación lo "justifica." Muchas veces, durante la infancia o la adolescencia se ve como los padres se tratan de malas maneras, o la relación entre padres e hijos se ve salpicada por estas palabras fuera de tono.

En una pareja es necesario establecer límites. Uno puede expresar sus sentimientos, su desagrado o enfado con lo sucedido pero nunca debe tolerarse descargar la ira contra la persona. Por eso cuando uno no tiene claro su propia valía y busca a otra persona que le haga sentirse amado hay más probabilidades de que se caiga en una dinámica abusiva.

Pero, no es tan sencillo. Las personas que sufren maltrato son muy distintas. No podemos caer en dar un perfil general, porque el maltrato es algo progresivo. Personas con una buena autoestima pueden verse víctimas de éste si no detectan los indicios de peligro.

El funcionamiento del maltratador psicológico pasa por la variante de dos opuestos. El amante enamorado y la bestia encolerizada. Un día es un ogro y al día siguiente es capaz de llorar rogando tu compasión, diciendo que no quiere ser así y que cambiará. Es más, pasa incluso por hacerte sentir culpable de su mal genio, de hacerte creer que de ti depende su reacción, que si no hubieras hecho o dicho aquello no se habría puesto así. Lo cierto es que todos somos responsables de nuestras acciones, nunca podemos justificar nuestro comportamiento culpando a otros. Siempre podemos elegir como reaccionar ante una situación, como expresar nuestros sentimientos.

A continuación algunos formas de maltrato psicológico:

  • Ignorancia de los sentimientos u opiniones.
  • Ridiculización.
  • Comparación con objeto de desvalorización.
  • Generalización: ante una equivocación como un olvido puntual se hacen comentarios como eres un inútil, nunca te acuerdas de lo que importa, no se puede contar contigo.
  • Amenazas.
  • Intimidación o coacción para que hagas o dejes de hacer algo.
  • Culpabilización y actitud de víctima.
  • La no comunicación, dejar de hablar o retirarse cuando la persona se esta expresando.

Os remito a un texto de la confesión de un maltratador, puede resultar interesante:

http://www.natureduca.com/blogsos/?p=254

Hoy día hay una concienciación mayor del tema, pero son muchas las personas, hombres y mujeres que viven bajo la aceptación de una forma de relación basada en el maltrato psicológico. Haciendo referencia a Jorge Bucay, el mito del amor ciego ha de ser cambiado por un amor con los ojos bien abiertos.


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Y se casaron y fueron felices.....¿para siempre?



Tras la merecida victoria de “la roja” en la final, toda España estalló en una alegría eufórica y contagiosa. Fueron momentos muy especiales y nos han dejado un muy buen sabor de boca que probablemente será inolvidable. ¿Qué habría pasado si no hubieran ganado? ¿Cuál habría sido la reacción? Nos basta ver las imágenes de los holandeses tras la derrota para imaginárnoslo. Es muy agradable disfrutar de estas emociones tan positivas, pero, ¿podemos decir que somos felices? y, si es así, ¿hasta cuando? Creo que todo esto invita a la reflexión.


Es importante asegurarnos de cuales son nuestras fuentes de felicidad, si son internas, o por el contrario son externas (caso del mundial). Si son fijas o variables. En el campo de la pareja sucede que muy a menudo se espera encontrar la felicidad de la mano de nuestro amor. En todo esto el cine y la música, por no mencionar otros medios de comunicación, influyen enormemente. Desde niños vemos como las muchachas encuentran a su príncipe azul y es en este momento cuando saben que serán felices “para siempre.” De adultos, y quizá sin darse cuenta, muchos se frustran en las relaciones y se reprochan en pareja “tu no me haces feliz.” De hecho, muchas matrimonios se rompen con la esperanza de encontrar a alguien que realmente les haga felices.


Es normal buscar la felicidad, pero hay que saber dónde buscarla. Si tu no eres feliz tu pareja no puede suplir una carencia que es personal, propia de cada individuo. Una forma de entender la felicidad es la satisfacción con lo que se es y con lo que se tiene. A menudo comparamos nuestra relación de pareja con la idea que habíamos soñado. Vemos que ese hombre no es tan comunicativo y que es muy poco romántico; o que la mujer no es tan comprensiva ni condescendiente como a él le gustaría. Y es precisamente esta comparación entre lo que es y lo que supuestamente “debería ser” lo que nos hace sentir mal.


Para ser feliz una cosa muy importante es que la felicidad no dependa de nuestra pareja ni de otras circunstancias, aunque desde luego influyen. Que podamos valorar lo que somos y lo que tenemos. Que cuando analicemos nuestra relación nos fijemos en el progreso y en los puntos fuertes de esta y no en si es o no como la de las películas. Conforme crecemos parece que vamos perdiendo la capacidad de ver lo positivo, y nos cuesta disfrutar porque permitimos que lo que no nos gusta nuble lo bueno del momento.


En la vida, la pareja es una parte sin duda importante, pero no es la única. No merece la pena relegar el desarrollo personal y otras relaciones por centrarnos exclusivamente en la pareja. Y entender esto, contribuye a la felicidad de la persona y suele traducirse en una relación de pareja más agradable y con menos exigencias.


Antes de concluir quisiera hacer una pequeña aclaración, en caso de maltrato físico y/o psicológico es necesario pedir ayuda externa. Cuando la relación cae en esa dinámica es muy difícil salir de ella, es algo que no debe pasar por la aceptación. Precisamente de este aspecto, el maltrato psicológico, hablaremos en el próximo artículo.


Para los demás casos, os animo a hacer una balanza, en la que además de las cosas negativas de vuestra relación, que suelen estar más presentes, incluyáis esas cosas que a veces se asumen como normales y no se valoran como un aspecto muy positivo. Que no pase un día sin decirle a vuestra pareja algo que os gusta de él o ella. Cuanto más exigentes nos volvemos menos podemos disfrutar de la relación. Además, las exigencias se viven como acusaciones, ante las que la pareja suele retraerse y distanciarse o responder con más exigencias.


A veces la mejora en la relación pasa por cosas tan sencillas como darse cuenta de lo bueno y comunicarlo. Más allá de valorar si los dos damos igual se trata de valorar como más importantes y frecuentes las cosas agradables por encima de las que no lo son.




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¿Cuándo se acaba una relación?

En ocasiones, hay pacientes que acuden solos a terapia de pareja. Se trata de personas que más que terapia para restaurar sus relaciones, buscan ayuda para tomar una decisión: seguir o no seguir con su pareja. Algunos, cuando vienen ya han roto con su pareja en varias ocasiones, pero vuelven a “caer en la tentación” una y otra vez. Algunos aseguran no querer volver a envolverse en esa relación, pero cuando se sienten vulnerables acaban por marcar de nuevo el teléfono del “ex”. Otros confiesan no tener las cosas claras, están enamorados de una parte de esa persona, pero hay otra que no soportan, y guardan la esperanza de un cambio milagroso.

Muchas veces interpretamos que la relación se rompe en el momento que uno de los componentes se lo comunica al otro. Lo cierto es que las relaciones, por lo general, no se rompen de la noche a la mañana. Hay un deterioro, ciertas grietas, que si no se detectan y se reparan a tiempo, llegará un momento en el que, de forma inevitable, la pareja se romperá. Cuando la base de la relación es “movidiza”, ésta se tambaleará continuamente. Por ejemplo, si lo que te mantiene unido a la otra persona es la idea de cómo debería ser, más que la aceptación de cómo es, las decepciones se darán cada vez que veas comportamientos en él o en ella, que te muestran una imagen distinta a la que tu mantienes en tu cabeza.

Otra razón por la que se vuelve a una relación es por el miedo al sufrimiento. En nuestra sociedad se nos enseña a huir del dolor y a buscar la comodidad. No es de extrañar que cuando la vida se muestra de forma natural, salpicada por la tristeza, no sabemos cómo enfrentarnos a ella. Nos cuesta creer que este sufrimiento pasará, que volveremos a enamorarnos e ilusionarnos. Nos parece que se nos desgarra el corazón y que no tenemos fuerzas para seguir. Quizá hemos aprendido a depender del consuelo de nuestra pareja, y cuando ésta no está no sabemos a donde ir.

Lo cierto es que es difícil distanciarse de una persona que está cerca en nuestro corazón y en nuestros pensamientos. Cuando no ha habido una causa como infidelidad u otras de está índole. Cuando no se ha dejado de querer a la persona, se hace más difícil desengancharse.

Os añado, al final del artículo, el enlace a un cuento de Jorge Bucay que explica cuándo se termina una relación, usando, cómo no, la moraleja. En él explica que cuando alguien que puede evitarte el sufrimiento no lo hace, en ese momento se acaba la relación. Pero, no es tan sencillo, la relación puede pasar por baches donde, desde el dolor, se hagan o se digan cosas arrastrados por la emoción del momento, que suele ser negativa.

En estas situaciones que estamos comentando cabe preguntarse ¿qué aportas tú a esa persona que dices que amas?, ¿qué te aporta él/ella a ti?, ¿qué es lo que te sigue atrayendo de esa persona? Muchas veces las reconciliaciones enganchan más que la propia relación, despiertan sentimientos más intensos que la relación en sí.

Una forma de saber si seguir o no con la relación es precisamente dejar de planteártelo. Piensa en tu vida, en tus objetivos, en hacia dónde se dirige. Redescubre qué cosas valoras en la vida, qué es para ti lo más importante. Haciendo esto, no sólo encauzarás tus pasos, sino que verás si esa persona de la que te has enamorado comparte objetivos y valores contigo. Aunque no sean los mismos. Es como cuando antiguamente recogías a alguien que hacía “auto-stop”. Lo primero que le preguntabas es a donde iba. Y aunque no fuera exactamente al mismo sitio que tu, valorabas si coincidía con tu trayecto. A nadie se le ocurría coger a alguien que iba a una dirección opuesta y cambiar el rumbo del viaje. Apliquemos esta lógica a las relaciones, no recojas a gente que te haga perder el rumbo. El viaje será más agradable para los dos si os acompañáis en una misma dirección y no cuando uno de los dos tiene que perder su oportunidad de crecer en la vida para que el otro se desarrolle. Por supuesto que en la relación no siempre va todo sobre ruedas y hay que ceder en ciertas cosas, pero que sean cosas se pueden cambiar y no la esencia de la persona.


http://www.youtube.com/watch?v=vT3_o0thKfg&feature=related



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¡TU NO ME ENTIENDES!

La comunicación en la pareja.

Entre dos que se aman, la comunicación de ese amor, es tan importante o más que el sentimiento en si.


A menudo me he encontrado a parejas que en el fondo se quieren, pero cuando se trata de dialogar lo hacen a base de gritos, reproches, sarcasmos y otro tipo de expresiones que para nada son coherentes con ese supuesto amor. ¿Dónde está el problema? Podríamos inclinarnos por pensar que realmente no existe ese cariño, que se trata más bien de una dependencia o que se han ido dejando de querer y ahora no se soportan. Podría ser. Pero si ellos dicen que aun se quieren, si confiesan querer intentarlo, se les puede ayudar haciendo un análisis más profundo de la situación. ¿Qué tal si les enseñamos algo de buena comunicación? Y quizá este matrimonio que parecía imposible, con el paso del tiempo, el esfuerzo de los dos y las pautas terapéuticas se torne en algo más parecido a una pareja, donde se dan y se reciben muestras de cariño, donde ambos confiesan estar satisfechos y me atrevo a decir, que ambos se alegran de haber tomado la decisión de pedir ayuda y de intentarlo una vez más. Este es, en ocasiones, el resultado de la terapia de pareja.

La comunicación es tan importante como desconocida en muchos casos. Al principio de una relación y bajo el “hechizo del enamoramiento” resulta fácil mostrarnos empáticos, afectuosos y agradables. Somos más condescendientes con los errores del otro y parece que prima el sentido del humor como un antídoto que le resta importancia a los problemas. Pero, ¿qué sucede después? Lo más fácil es echarle la culpa a Cupido, decir que se acabo el amor. Si nos fijamos en la dinámica de comunicación a la que muchas parejas se someten, veremos que está ha ido degradándose. Uno de los grandes fallos es el aumento de expresiones que muestran insatisfacción, desagrado, reproches y quejas. Y si algo caracteriza la comunicación es la reciprocidad, de modo que los reproches fácilmente se intercambian por más reproches.

Comunicamos todo el tiempo. Incluso cuando no queremos estamos comunicando. Comunicamos con palabras y con gestos, desde el razonamiento y desde las emociones. Los modelos de comunicación que se establecen en la pareja son determinantes para hacer que ésta se vea dotada de energía a lo largo del tiempo o por el contrario se vuelva insatisfactoria para ambos miembros. A menudo la comunicación ineficaz se escuda bajo frases tales como “yo es que soy así”, “a mi me gusta la sinceridad, yo digo las cosas cómo las siento” o “es que los dos tenemos mucho carácter”. Cuando interactuamos con nuestra pareja, es vital, no sólo expresar cómo nos sentimos, sino dar un paso más allá de nosotros mismos, pensar en cómo se siente el otro. Para ello, aunque ser espontáneo puede ser un alivio momentáneo, es necesario analizar y planificar nuestra forma de comunicarnos. La comunicación efectiva se traduce a menudo en la felicidad de quienes la comparten.

También es necesario que cada miembro de la pareja, en cuanto receptor, vea más allá de las palabras y trate de descubrir la emoción que sostienen estas. John Gray, en su libro “ Los hombres son de Marte y las mujeres de Venus” ya nos advierte de las diferencias de género como un factor a tener en cuenta en la comunicación. A menudo las parejas discuten desde dimensiones distintas. Muchas veces las mujeres hablando, desde el plano emocional, usan expresiones como “tu siempre haces lo mismo” o “nunca me escuchas”. Ante esto, el hombre tratando de usar la lógica, es decir desde su parte más racional, se justifica buscando ejemplos de situaciones en las que eso de que se le acusa no fue así, le parece injusta la sentencia que se le imputa, es decir, trata de demostrar que no “siempre” lo hace mal. En realidad la frase “nunca me escuchas” puede ser expresión de una necesidad afectiva, del deseo de recibir muestras de atención y valoración, de sentir que a la otra persona le interesa lo que uno trata de comunicar. Cuando esto no se percibe, suele desembocar en una mayor frustración. La mujer por su parte, no se siente comprendida y el hombre suele encerrarse o distanciarse porque se siente atacado. En ocasiones se torna en una espiral agresiva, verbalmente, bajo el lema “la mejor defensa es un buen ataque”. En este contexto se dicen muchas cosas de las que luego se arrepienten, pero que a la larga van agrietando la relación.

Partiendo de la base de que todos tenemos necesidades emocionales, el quid de la cuestión está en cómo hace cada miembro de la pareja para cubrir esas necesidades. Hay ciertos métodos, que aunque a corto plazo pueden darnos lo que buscamos, a la larga pasan factura a la relación. Me refiero a métodos tales cómo la coerción, la intimidación o el chantaje emocional.

La comunicación negativa es un arma de doble filo. No sólo es destructiva para la relación, sino que de forma paradójica puede llegar a ser un modo de mantenerla. Saliendo del contexto de la pareja, pongamos por ejemplo un niño en clase que consigue llamar la atención de su profesora con malas conductas. Obviamente esta atención es negativa, expresada en castigos y riñas, pero al fin y al cabo es atención. De modo que si el pequeño no aprende otras conductas para conseguir atención positiva, se mantendrá en esta dinámica. Del mismo modo sucede entre dos individuos que se castigan verbalmente. No es lo que más les gustaría, pero es la forma en la que se ha enquistado su comunicación y, muchas veces, lo prefieren ante el silencio de la indiferencia.

En terapia, familiarizamos a las parejas con el término “gratificación”. Cuando la comunicación se caracteriza por palabras de empatía y gratitud, ésta se experimenta como reforzante e intensifica el deseo de estar en comunión. La relación suele tener elementos que a uno le agradan, pero muchas veces se asumen como parte de la rutina y no se le da el valor necesario, antes, el foco de atención se traslada a aquellas cosas que nos molestan, a lo que desearíamos cambiar. Modificar este aspecto puede dar un giro a la relación si se mantiene de forma constante. Por ejemplo, empezar a ver lo que tu pareja hace que sí te gusta y comunicárselo. Expresar cuánto aprecias que la comida esté preparada, o que te escuche, que te acompañe, que colabore en las tareas del hogar, etc.

Las caricias, la mirada y otro gestos dan mucha fuerza a lo que decimos. Solo hay que observar a los actores de cine. Cuando se dicen que se quieren lo hacen fijando su mirada, cogiéndose de la mano o fundiéndose en un apasionado abrazo. Quizá en algún momento todos han acompañado sus palabras con el lenguaje no verbal que las apoya, pero puede que al caer en la rutina, por el paso del tiempo o por no prestar atención, se haya ido perdiendo esta habilidad. Estaría bien volver a utilizarla, reaprender su importancia y aplicarla en la próxima conversación con esa persona a la que se ama.


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"Quiéreme para que me quiera".

La información que uno tiene de si mismo no es la autoestima, es lo que se conoce como “autoconcepto”. La autoestima es la forma en la que valoramos ese concepto. Ante una misma información, como por ejemplo que la gente se ría cuando uno habla, la interpretación puede ser muy distinta. Uno podría pensarse divertido o gracioso, pero otro podría sentir que está haciendo el ridículo, o que los demás no le toman en serio.

La autoestima, se va formando desde la infancia, en base a la información que nos han transmitido, a la interpretación de esa información y a la valoración propia y por parte de los demás. Por ejemplo, ante las continuas riñas entre los padres, un niño puede interpretar que están enfadados con él, es decir, culparse de la carga emocional negativa que observa en ellos.

Cuando comenzamos una relación de pareja, no lo hacemos solos, sino acompañados de un equipaje experiencial, en el cual se incluyen expectativas, ilusiones, decepciones, miedos, buenas y malas experiencias, virtudes y carencias, educación, cultura, etc. Por eso a veces no resulta fácil engranar nuestra vida con la de la otra persona, que por supuesto arrastra un bagaje distinto al nuestro.

La autoestima, es decir nuestra forma de valorarnos influye también en la forma en que vivimos el amor de nuestra pareja y hacia nuestra pareja. Cuando uno no se ama a sí mismo puede tener dificultades para recibir el amor de otra persona, con lo que las muestras afectivas de ésta nunca son suficientes. Por ejemplo, los celos muchas veces vienen por la propia inseguridad proyectada en la pareja, “confío en ti pero no en los demás,” “no me gusta que te miren, te quiero sólo para mi.”. La dependencia y el chantaje emocional también son características de una necesidad afectiva: “no puedo vivir sin ti”, “si me quieres no hagas esto o aquello.”

Cuando uno tiene carencias afectivas no satisfechas también se ve limitado para dar amor. La admiración es una característica de las parejas felices, el poder animar y apoyar de forma positiva. La persona insegura, tiene miedo de apoyar al compañero o compañera en su propia autonomía. Vive como amenazas cualquier cosa que exija la dedicación del cónyuge. Por eso, en lugar de ofrecer apoyo, muchas veces expresa sus miedos.

Hemos de entender que para que el amor se mantenga a lo largo del tiempo, éste necesita ser alimentado por una constante reciprocidad: dar y recibir. La persona que asume un rol de “salvador”, “víctima” o cualquier otra postura que rompe la cadena de dar y recibir, generan dinámicas destructivas en la relación.

En la forma de comunicarse, a menudo la falta de autoestima se expresa en dos vertientes:

  • Pasivo: tiende a conformarse, evita el conflicto y cede ante la imposición.
  • Agresivo: trata de controlar y de imponer su punto de vista, vive como una amenaza la disensión, tiende a ser poco tolerante e intransigente.
  • También se puede dar un tercer caso: pasivo-agresivo, según la situación o personas, reacciona de una forma u otra.

La persona con una autoestima sana posee la habilidad de comunicarse de forma asertiva, es decir, expresando su opinión de manera abierta y segura, ejerciendo sus derechos sin pisotear los de los demás.

Como dicen algunos sistémicos, somos víctimas de víctimas, y por lo tanto nadie pasa ileso por las relaciones de la vida. Lo importante es conocer nuestras carencias afectivas y entender nuestros miedos para poder desmitificarlos. No vivir proyectando en la pareja lo que en realidad es una limitación nuestra.

Aceptarnos y valorarnos es el primer paso para poder amar a otros y recibir su amor. Implica un apoyo más allá de nuestras virtudes, que incluye ser amados aún a pesar de nuestras limitaciones, y que éstas sean sólo temporales, como parte de un proceso de aprendizaje.



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Habilidades para ligar.


“Seducimos valiéndonos de mentiras y pretendemos ser amados por nosotros mismos.”

Paul Géraldy.














La seducción se confunde a menudo con una verdad a medias, o dicho de otro modo con una sutil forma de engañar. Pero ese tipo de seducción lleva a la decepción de quien se enamora y a la profunda frustración de quien seduce por no poder ser uno mismo confiando en que será amado.

Cuando se habla de ligar, casi todos lo hacen como si fueran expertos en la materia. En cambio, a la hora de practicar, no son tantos los que lo hacen con ciencia. Muchas veces se imita lo que hacen otros, o se aprende por “ensayo y error”. A nadie le gusta que le digan cómo seducir, pero todos, si existiera, se aprenderían una fórmula mágica.

En esta ocasión vamos a dar algunas pinceladas que pueden ser útiles para todos aquellos que quieren atraer y enamorar a otra persona.

En el taller que venimos impartiendo de “Habilidades para ligar” hemos descubierto que una de las cosas que más le cuesta a la gente es romper el hielo. Los nervios juegan muy malas pasadas. A veces todo se queda en la ilusión de haber tenido una agradable conversación con alguien que nos parece especial. De los que dan el paso, muchos no pasan de un par de preguntas y un silencio incómodo. Los hay que sí que se acercan y acaban disfrutando de una amena interacción. En todos los casos, hay algo que es fundamental para disminuir la ansiedad y además conseguir que la persona objeto de nuestro deseo se lo pase mejor con nosotros.

La ansiedad, en este campo, muchas veces se produce por preguntas tales como “¿qué pensará de mi?”, “¿y si me rechaza?” u otras por el estilo. Observemos que el foco de atención en este caso está en uno mismo, no en la persona que deseamos conocer. Si ponemos una lupa sobre un texto, la zona que enfocamos se hará más notoria. Si la cambiamos de lugar no nos llamará tanto la atención. Del mismo modo, cuando nos centramos en nosotros, aumenta el estrés por quedar bien y por consiguiente el miedo a hacerlo mal. Si cuando interactuamos con otros nos hacemos las siguientes preguntas “¿qué me gusta de el/ella?” “¿qué intereses tiene esta persona?” etc., descubriremos que de repente ya no nos sentimos tan nerviosos y que nuestro compañero de interacción se sentirá mucho más valorado y puede que se interese más por la persona que le hace sentir de ese modo.

Otra cosa muy importante es el manejo de las preguntas que hacemos en una conversación. Si las preguntas son cerradas, del tipo “¿te gusta la música?” las respuestas sólo podrán ser “si” o “no” con lo que se da menos pie a que la conversación continúe. Si la pregunta es abierta, “¿qué tipo de música te gusta?”, es más fácil continuar la conversación de un modo distendido. Lo ideal es hacer una pregunta abierta, pero si no se conoce a la persona a veces es complicado. Por ello es recomendable, si se hace una primera pregunta cerrada, continuar con una que dé más variedad de respuesta.

Una duda muy común es sobre qué temas hablar. Lo más natural es ir en progresión, de cosas más generales a más personales. Por ejemplo, la pregunta “¿tienes novio?” es muy personal, da poco juego a la seducción. Este tipo de preguntas hacen que desaparezca la gracia que se produce por la incertidumbre. En cambio, empezar hablando sobre aficiones o algún suceso reciente puede resultar menos violento y más ameno.

El verdadero seductor es aquella persona en cuya presencia, tanto hombres cómo mujeres se sienten valorados. No tanto la que desea ser el centro de atención, cómo la que centra su atención en los demás. No lo es el que se esfuerza el fin de semana por seducir, como quien hace de su vida una forma de interactuar interesándose en los demás.

Las relaciones personales pueden ser una forma de desarrollo personal, de disfrutar y aprender. Por ello es un campo que merece la pena cultivar.


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