Cigarros, seducción y sexo:


Todos recordamos a Humphrey Bogart seduciendo a la cámara mientras sostiene un cigarrillo. Como él, muchos otros famosos se prestaron a asociar su atractivo con el tabaco. Si en un principio fumar fue algo masculino, “de hombres seductores”, más tarde fue un símbolo de la mujer liberada, glamurosa y femenina. Hay cientos de películas donde el cigarro se usa como una herramienta de flirteo; aparece incluso asociado al clímax de una apasionada relación sexual, donde aún entre sábanas se encienden un cigarrillo para comentar lo excitante de la experiencia.


Pero, ¿realmente un cigarrillo entre los labios resulta atractivo? ¿Favorece el tabaco la sexualidad? En realidad el tabaco, en grandes cantidades, tiene efectos más bien perjudiciales sobre la sexualidad. El más estudiado de ellos es la impotencia o disfunción eréctil. Los estudios demuestran que el tabaco afecta al sistema circulatorio, esto incluye al sistema vascular peneano. La erección del pene funciona de la siguiente manera: el flujo sanguíneo aumenta su penetración en las arterias del pene. El sistema venoso peneano evita que esta presión salga del aparato reproductor mediante unas válvulas encargadas de esta función. De este modo se mantiene una fuerte presión sanguínea en esta zona, que es lo que posibilita la erección. Pues bien, este mecanismo es el que se halla alterado en muchos fumadores. La nicotina produce la dilatación del sistema venoso de modo que se dificulta la presión sanguínea, necesaria para mantener la erección. También se ha detectado arterioesclerosis en las arterias peneanas de los fumadores. De modo que el tabaco afecta directamente a la erección y a su mantenimiento.


Según numerosos estudios al respecto, fumar duplica el riesgo de padecer impotencia en hombres de entre 30 y 40 años. Según la Asociación Española para la Salud Sexual, el 24% de la disfunción eréctil se debe a trastornos vasculares, donde uno de los principales precipitantes es el tabaco. Según el doctor Francisco Cabello, Director del Instituto Andaluz de Sexología y Psicología, “Veinte cigarrillos diarios son suficientes para incrementar hasta un 60% el riesgo de padecer disfunción eréctil en hombres fumadores”.


Además se ha observado otro efecto a largo plazo del tabaco sobre la fertilidad. Disminuye la cantidad de eyaculación y la calidad de esperma. Las sustancias tóxicas de los cigarrillos afectan a la movilidad y morfología de los espermatozoides.


También se ha relacionado el tabaco con el bajo deseo sexual, más especialmente con el femenino. Incluso los propios fumadores se quejan del olor a tabaco: en el aliento, en el pelo y la ropa especialmente. El olfato es un sentido directamente relacionado con la sexualidad y el deseo. Las mujeres parecen ser las más sensibles a este factor. Muchas personas se quejan o sienten rechazo hacia el olor a tabaco. Ante el rechazo o la repulsión, ya sea o no consciente, la sexualidad tiende a retraerse. Hay que tener en cuenta que la primera fase de la relación sexual es el deseo. Si no hay deseo se hace difícil experimentar excitación. El tabaco también tiene efectos adversos en la lubricación vaginal, en la excitabilidad y en el tiempo para alcanzar el orgasmo.


El tabaco, lejos de potenciar la sexualidad, la empeora y dificulta. Por eso en la Unidad de Terapia Sexual y de Pareja comenzamos el año añadiendo a nuestra prestación de servicios terapias que ayuden a dejar de fumar a aquellos que así lo deseen. Ofrecemos tanto terapia individual como grupal. Lo interesante es saber que hay una recuperación elevada de los efectos adversos sobre la sexualidad que produce el tabaco una vez que éste es abandonado. Por eso apostamos por la terapia para dejar de fumar como una forma de conseguir una sexualidad más plena y satisfactoria.




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¿La persona que siempre soñaste?

Hace poco, me comentaba una compañera psicóloga como se asombró gratamente al recibir a un hombre de unos 60 años que mostraba una admiración y deseo profundos hacia su mujer. Después de tantos años, se sonreía al decir que llevaba más tiempo vivido en pareja que soltero.

Los psicólogos que trabajamos en terapia de pareja vemos por lo general a parejas que se sienten insatisfechas con su situación. Muchas veces los matrimonios llegan casi rotos, aún no han firmado el divorcio pero ya se han separado hace tiempo en sus corazones, construyendo vidas totalmente independientes.

Lo cierto es que no hace falta ser psicólogo para darse cuenta de la situación de desgaste que se repite en tantas parejas. A veces parece que las relaciones fuesen una especie de lotería, dónde las probabilidades de que te toque “la felicidad en pareja” es muy reducida. Mucha gente se desanima tras varios intentos, deciden abandonar y vivir sin arriesgarse a sufrir, o bien, continuar con la deprimente relación en la que viven, abandonándose a la idea de “es lo que me ha tocado”.

La pareja, como digo muchas veces, es algo dinámico, se construye o destruye día a día. Es interesante ver algunos de los factores en esa construcción. En está ocasión, me gustaría hablar sobre dos conceptos que considero importantes: la idealización y la admiración.

Es curioso como parejas que empiezan con mucha pasión, entrega y deseo, se evaporan rápidamente tras las primeras decepciones. La ilusión fue muy grande y ahora la decepción de lo que pudo haber sido y no es duele intensamente. El enamoramiento puede ser un estado maravilloso, pero también es un momento en el que uno parece vivir hipnotizado, sugestionado y excesivamente dispuesto a creer lo que deseamos que sea. Nuestras primeras experiencias con el amor y la decepción se trasladan al vínculo que establecimos con nuestros padres. Las carencias y heridas que llevamos de esa época son las que más tarde arrastramos a nuestra pareja. Buscamos encontrar quien supla esa necesidad. Por eso quizá decimos cosas como “es mi otra mitad”, “es la pieza que encaja conmigo” o “es la persona que siempre soñé”. Estas frases denotan cierta nostalgia del pasado, de huecos que se quedaron sin cubrir. Muchas veces buscamos que la persona que hemos conocido cumpla nuestros deseos de ser como nos gustaría que fuera. Esto es precisamente lo que hace la idealización. El proceso de idealizar es aquel que eleva las cosas más allá de lo real. La frase que mejor lo refleja es la de “ es mi pareja ideal”.

En la idealización no sólo situamos a nuestra pareja en una posición irreal, sino que le cargamos con el legado de cumplir nuestro deseo, de ser quien nos gustaría que fuese. Esta situación se puede mantener más o menos tiempo, pero finalmente uno acaba siendo como es y nos despertamos a la realidad de lo que tenemos en ese momento. Este despertar muchas veces se vive como un amargo desengaño. Para que ocurra el amor tiene que darse una transformación sustancial. Hay que pasar del ideal indestructible a la realidad de dos amantes con debilidades, flaquezas y enterezas. El amor acepta las carencias del otro así como las propias.

He visto como las parejas que atraviesan el tiempo y siguen apasionados, enamorados de alguna manera y satisfechos, son amantes que se profesan una profunda admiración. La admiración es ver y tener en estima a alguien por virtudes que consideramos especiales o extraordinarias. Saber valorar y considerar a una persona no siempre es fácil, sobre todo cuando las arrugas están marcadas por el paso del tiempo en compañía. La tendencia natural parece que fuera precisamente la contraria. Enseguida juzgamos, reprochamos o exigimos. Tendemos a fijarnos en lo que nos falta, en lo que no nos gusta. Esto es fácil de ver. Cuando uno se siente insatisfecho con su relación, fácilmente señala los defectos del otro. En cambio cuando preguntas por cómo se conocieron, cómo era cuando estaban enamorados, etc.; a muchos les brillan los ojos contando sus sentimientos, ilusiones y recordando cómo era su relación entonces y lo maravilloso de su amante. La admiración profunda y sincera es vital como ingrediente para que la relación perdure y además se viva de forma gratificante. Obviamente no es el único. Es importante que esta admiración sea mutua. Para ello es primordial sentirse uno válido, importante y merecedor de amor.

Damos de lo que tenemos, por eso cuando nos sentimos valiosos podemos valorar al otro. Un ejercicio que os propongo es el de buscar cada día una virtud que valoráis en vuestra pareja y tenerla en cuenta durante la interacción. Siempre podemos encontrar algo digno de admirar en otra persona sin caer en la idealización. Somos agentes activos en la construcción del amor.



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