Vaginismo

Se trata de la dificultad para relajar los músculos de la entrada de la vagina impidiendo así la intromisión del pene. Ante el intento de penetración se produce un espasmo muscular en la vagina que hace que ésta este tensa y que no se dilate. Es como una “protección” física de la vulva ante una alarma de origen psíquico que indica “peligro”. Recodemos que el sexo no es algo superficial que te quitas o te pones, este se entiende vinculado, no sólo a lo físico, también a las emociones y pensamientos. Por eso pensar en que la penetración va a ser dolorosa o algo por el estilo produce emociones tales como miedo, angustia, tristeza, etc. Estas emociones, pongamos por ejemplo la emoción de miedo, puede dar lugar a un nivel de ansiedad tan elevado que provoque la respuesta física de la contracción vaginal. En este estado cualquier intento de penetración resulta doloroso, con lo que se confirma el miedo precedido por la idea del dolor. El “aprendizaje” se refuerza de este modo y la próxima vez es probable que el nivel de ansiedad se intensifique.


Lo cierto es que hay muchas causas que pueden provocar esta disfunción, no sólo son los pensamientos, ideas, creencias, etc. Experiencias traumáticas de abusos, violaciones, maltrato o simplemente haber practicado el sexo en un ambiente no deseado, con alguien en quien no se confiaba o bajo cierta presión. Estos recuerdos median a la hora de una futura relación sexual que, si se asocia a las anteriores, puede experimentarse emociones parecidas o simplemente tensión muscular y angustia.


La mayoría de mujeres que padecen este sufrimiento con la penetración pueden no presentar problema alguno para el goce sexual, siempre y cuando se tenga la certeza de que no se va a producir ningún intento de penetración repentino.


La pareja hay ocasiones en las que se adapta a cambio de realizar otra serie de actividades sexuales placenteras como el sexo oral, la masturbación mutua y otro tipo de prácticas. Otras veces la pareja no comprende esta dificultad, se frustra y presiona a la mujer para que haga algo al respecto, llegando a plantear un ultimátum. Hay algunas parejas que antes de pedir ayuda, abandonan la relación. En otras ocasiones las parejas no presentan grandes problemas hasta el momento en el que quieren tener hijos. A veces el miedo es tal, que unido a la poca esperanza en poder superar este problema, lleva a un matrimonio a tratar de ingeniárselas para tener hijos sin tener que realizar la penetración. Un práctica que plantean a veces es depositar el semen lo más próximo a la entrada de la vagina.


Lo cierto es que la metodología para superar esta disfunción es muy efectiva. En palabras de la propia Kaplan “la respuesta sexual al tratamiento es excelente”. Según Master y Johnson “es una La parte más simple de éste es la premisa del descondicionamiento de un comportamiento a un estímulo. Es algo así como separar la reacción de la contracción de los músculos perineales, en especial el músculo constrictor de la vulva, del intento de penetración. Esta parte, que parece ser sencilla se complica si no se ha reducido el nivel de ansiedad. Para ello hay que trabajar en los recuerdos traumáticos que se puedan tener de relaciones anteriores, o bien, en las ideas y pensamientos que se han generado respecto a la sexualidad en general y la penetración en concreto.


Antes de llevar a la práctica el tratamiento conviene descartar cualquier afección física como por ejemplo el himen perforado, la doble vagina, atresia vaginal, etc. Esto requiere de una exploración ginecológica.


Es importante recordar que la relación sexual no se reduce a la penetración, ni es incompleta si no se da ésta. Ahora bien, la limitación de no poder realizar la intromisión del pene puede generar un sentimiento de frustración y un dolor prolongado en ambos miembros de la relación. Por eso pedir ayuda a un profesional se convierte en una guía útil y esclarecedora que contribuye a la mejor calidad de vida sexual y emocional.




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