Problemas
sexuales: ¿por qué se producen?
En ocasiones, al igual que en cualquier otro aspecto de la
vida y de las relaciones, en la sexualidad pueden encontrarse ciertas
dificultades que impiden que la experiencia se viva de forma plena y positiva. La
respuesta sexual de toda persona se caracteriza por las siguientes fases:
deseo, excitación, orgasmo y resolución. Cuando se altera alguna de estas fases
de forma repetida hablamos de disfunción sexual.
¿Cuándo aparecen?
Las disfunciones sexuales pueden aparecer desde el comienzo de la experiencia sexual de un
individuo, por ejemplo: vivir todas las relaciones sexuales eyaculando rápidamente
y sin poder controlarlo (eyaculación precoz). Pero también puede darse el caso
de que alguien goce de una sexualidad satisfactoria y, en un determinado
momento de su vida, experimente alguna alteración en su propio funcionamiento,
por ejemplo: una mujer que vivía el sexo con intensidad puede perder el deseo
por éste (deseo sexual hipoactivo).
¿Cuáles son las causas?
Los problemas en la conducta sexual pueden ser causados por
dos factores: de índole psicológico o físico. Estos pueden darse juntos o de
forma independiente. En caso de sufrir alteraciones a nivel físico es necesario
que sea el profesional de la medicina el que intervenga. Cuando se trata de
factores psicológicos es el psicólogo-sexólogo el que ofrecerá el tratamiento
más acertado. Cuando se trata de factores combinados, se debe de contemplar un
tratamiento que también integre los aspectos psicológicos y físicos.
La mayor parte de las disfunciones sexuales tienen los
mismos factores psicológicos en común. Por ello es común encontrar cómo una
disfunción puede derivar en otra, ya que son respuestas físicas que responden a
un mismo mecanismo. Por ejemplo, aquel que tiene eyaculación precoz puede
sufrir de una disfunción en la erección (conocido también como impotencia), o
la mujer que tiene dificultades para lograr la excitación, puede desembocar en
vaginismo (imposibilidad de penetración).
“La ansiedad por un buen rendimiento” o el “miedo al
fracaso” son las más potentes causas psicológicas por las que se produce y
mantiene una disfunción. Se trata de ansiedad. La ansiedad activa todo un
mecanismo para proteger al organismo de un peligro. En este sentido la ansiedad
es útil y necesaria. Por ejemplo, si un león me persigue, interpretaré que mi
vida corre peligro. De este modo, mi cerebro activará una señal de alarma (la
ansiedad) que pondrá todos mis recursos a la máxima potencia, el corazón
bombeará más sangre (palpitaciones), la sangre se concentrará en los órganos
vitales (por eso se experimenta un hormigueo en las extremidades), la
respiración se acelerará y, como consecuencia de toda esta activación, correré
más deprisa, con suerte subiré un árbol y quedaré a salvo. Todo esto ante un peligro
real es sano y tiene una función: protegernos. Pero, cuando no existe peligro, provocamos
un desgaste innecesario y además interpretamos de forma negativa y catastrófica
nuestra reacción. Es decir, si tengo todos estos síntomas pero no hay un
peligro real y externo, tengo la “sensación” interna de que algo malo me esta
pasando y de que “me va a dar algo”. Digamos que esto es lo que sucede en un
ataque de ansiedad o, en menor escala, en cualquier situación donde sentimos
que nos ponemos muy nerviosos.
Y es precisamente esta activación de la señal de alarma la
que hace que nuestro cuerpo no se relaje y disfrute de la experiencia sexual.
Cuando el sexo se convierte en un examen donde voy a “ver si lo hago bien” o “demostrar
que puedo”, se convierte en una situación de “peligro” para la autoestima, la
valoración personal. Por no hablar de cuando uno siente que si el sexo no
funciona bien la relación se va a romper. Cuanta más responsabilidad se perciba
en la relación sexual, más probabilidades de fracaso habrán y más fácilmente se
producirá la activación de la ansiedad.
Disponemos de dos sistemas opuestos que no pueden estar
activos a la misma vez: el sistema nervioso simpático y el sistema nervioso
parasimpático. El sistema nervioso simpático es el que se activa con la
ansiedad. Lo que sucede en la ansiedad es que toda la actividad se queda sin
control racional, es decir, me dejo llevar por las emociones. Este sistema
sigue la regla de “todo o nada”, es decir, si se activa, se activa por completo
con una serie de síntomas a la vez. ¿Cómo salir de este estado? Activando el
sistema opuesto, es decir, el sistema nervioso parasimpático que es el estado
en el que podemos disfrutar de la relajación. Los tranquilizantes lo que hacen
es acelerar el proceso de la activación del sistema nervioso parasimpático.
Sólo con el fármaco se logra romper el proceso de forma puntual, pero no se
aprende a controlar y a romper el círculo vicioso en el que nos vemos envueltos
una y otra vez ante determinadas circunstancias.
¿Cómo se puede
mejorar?
Entendemos que es necesario estar en un estado de cierta
relajación para poder sentir placer y disfrutar de la experiencia sexual. Por
ello, ante los problemas sexuales hay que observar la forma en la que estamos
viviendo la experiencia sexual. Si anticipamos que va a ser dolorosa,
frustrante, que “lo vamos a hacer mal”, etc., nos expondremos a activar todo
nuestro mecanismo ansioso y puede que nuestros miedos sean confirmados. La
forma de salir de este círculo es la de reinterpretar la experiencia sexual de
un modo positivo y no con exigencias. Precisamente este es uno de los aspectos
que le dan facilidad de éxito a la terapia sexual.
¿Cuáles son las
disfunciones sexuales?
Y por último un listado de las principales disfunciones
sexuales que se pueden tratar:
- Disfunción eréctil: Imposibilidad para lograr y/o mantener la erección del pene hasta el final de la actividad sexual.
- Eyaculación precoz: Incapacidad para controlar el reflejo eyaculatorio, produciéndose éste antes de lo que la persona desea.
- Eyaculación retardada: Dificultad para provocar el orgasmo con la suficiente estimulación. Éste no se produce y si lo hace es de forma tardía.
- Vaginismo: Espasmos musculares en la vagina que imposibilitan la penetración.
- Dispaurenia: Dolor o molestias asociadas a la relación sexual. Puede ser una molestia leve o un dolor profundo, se da tanto en hombres como en mujeres.
- Trastorno orgásmico o anorgasmia: Incapacidad para alcanzar el orgasmo siendo suficientemente estimulada.
- Trastorno de la excitación sexual: Dificultad para sentir excitación.
- Deseo sexual hipoactivo: Bajo o nulo deseo de actividad sexual.
- Aversión sexual: Desagrado y aversión hacia las relaciones sexuales.
Espero haberte ayudado, si deseas más información puedes
escribir a: info@unidaddeterapiasexualydepareja.com.
2 comentarios:
Hola yo padesco de eyaculacion precos enq me podria ayudar
Hola. Existen pastillas para curar la eyaculacion precos, y ejercicios al mismo tiempo
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