“Te quiero si eres como quiero”





Una reflexión sobre el amor y las relaciones de pareja.

Por Anna Isabel Gil Wittke.

Una mujer me decía, después de más de 20 años casada, “Yo le digo lo que me gusta y lo que no, y él parece que se esfuerza por un tiempo en complacerme, pero al final acaba desistiendo y vuelve a ser igual. Así que me he dado cuenta de que él no es como yo pensaba. Ya no sé si le quiero porque después de tanto intentarlo ya no sé lo que siento”.

Este es el relato que escucho, de una u otra manera, de forma repetida tanto por hombres como por mujeres. Las rupturas están cargadas de razones y culpas sobre el otro y las reconciliaciones, muchas veces, se basan en condiciones para el cambio. Todo esto me lleva a reflexionar sobre si el problema de una pareja es realmente aquello de lo que se quejan o si es algo más profundo. Me refiero a que quizá, el “quid” de la cuestión esté en la forma de concebir la relación, es decir, en la forma de amor.

Cuándo hablamos de amor, ¿qué es lo que queremos decir? ¿cómo lo llevamos a la práctica? ¿Cómo amamos? Amamos desde nuestra necesidad, amamos desde lo que esperamos, amamos demandando. En otras palabras: “te amo porque creo que tú me vas a hacer feliz”. Cuando esto no sucede, nos sentimos decepcionados casi estafados. Es como, si en nuestro concepto de amor, nos hubiéramos vuelto tan hedonistas que no contemplásemos ni tolerásemos el sufrimiento o la decepción.
Es entonces cuando uno se da cuenta de que el amor que se profesa es, muchas veces, un amor completamente egoísta. Nos fijamos en cómo nos sentimos nosotros para realizar un balance de la relación. De algún modo es como si todo girase en torno a uno mismo y la pareja se convierte en un elemento de apoyo para lograr la satisfacción personal.

En realidad, cuando se ama a alguien por lo que se espera y no por lo que verdaderamente es, no se ama realmente a la otra persona. Se ama lo ideal pero no lo real. Lo ideal nos ilusiona, nos hace felices, pero lo real nos duele o nos molesta. Por eso nos cuesta deshacernos de nuestras exigencias que provienen de nuestras expectativas y de nuestras carencias. Nos empeñamos en buscar un culpable de nuestra frustración. Asumir que podemos mejorar nuestra relación con el otro desde nosotros mismos es el primer paso para el cambio. Mientras sigamos esperando a que nuestra pareja cambie o se convierta en lo que deseamos, seguiremos estancados en una relación de frustración. Y quizá seguiremos amando de un modo egoísta, pendientes de cómo nos hacen sentir y de lo que recibimos en lugar de dar.

Por eso, mi propuesta para San Valentín es que sea un día donde uno comience el cambio por si mismo, y que mañana lo continúe. Pues el esfuerzo sin constancia no nos dará resultados.  Así, podemos empezar por cambiar nuestra forma de amar, por hacerla más real, más auténtica y más flexible. Quizá de ese modo descubramos que la relación de pareja que avanza es aquella que se enfoca al desarrollo y el aprendizaje.

De algún modo, las personas son un conjunto en el que se incluyen carencias y fortalezas. No podemos amar verdaderamente a alguien si no aceptamos sus carencias y no sólo sus fortalezas. Por eso, amar comienza por aceptar sin intentar cambiar, y esto es un desafío que nos invita a amar de un modo real y no con condiciones. Es fascinante saber que somos capaces de grandes cambios sí comenzamos por nosotros mismos, asumiendo nuestra responsabilidad y, a la vez, nuestro potencial.

Así, en lugar de decir “Te quiero si eres como quiero”, podremos decir “ te quiero aunque no tengas todo lo que quiero…aún así, te quiero”.


¡Feliz San Valentín!


Para cualquier consulta puedes escribir a info@unidaddeterapiasexualydepareja.com



0 comentarios:

Publicar un comentario