¡TU NO ME ENTIENDES!

La comunicación en la pareja.

Entre dos que se aman, la comunicación de ese amor, es tan importante o más que el sentimiento en si.


A menudo me he encontrado a parejas que en el fondo se quieren, pero cuando se trata de dialogar lo hacen a base de gritos, reproches, sarcasmos y otro tipo de expresiones que para nada son coherentes con ese supuesto amor. ¿Dónde está el problema? Podríamos inclinarnos por pensar que realmente no existe ese cariño, que se trata más bien de una dependencia o que se han ido dejando de querer y ahora no se soportan. Podría ser. Pero si ellos dicen que aun se quieren, si confiesan querer intentarlo, se les puede ayudar haciendo un análisis más profundo de la situación. ¿Qué tal si les enseñamos algo de buena comunicación? Y quizá este matrimonio que parecía imposible, con el paso del tiempo, el esfuerzo de los dos y las pautas terapéuticas se torne en algo más parecido a una pareja, donde se dan y se reciben muestras de cariño, donde ambos confiesan estar satisfechos y me atrevo a decir, que ambos se alegran de haber tomado la decisión de pedir ayuda y de intentarlo una vez más. Este es, en ocasiones, el resultado de la terapia de pareja.

La comunicación es tan importante como desconocida en muchos casos. Al principio de una relación y bajo el “hechizo del enamoramiento” resulta fácil mostrarnos empáticos, afectuosos y agradables. Somos más condescendientes con los errores del otro y parece que prima el sentido del humor como un antídoto que le resta importancia a los problemas. Pero, ¿qué sucede después? Lo más fácil es echarle la culpa a Cupido, decir que se acabo el amor. Si nos fijamos en la dinámica de comunicación a la que muchas parejas se someten, veremos que está ha ido degradándose. Uno de los grandes fallos es el aumento de expresiones que muestran insatisfacción, desagrado, reproches y quejas. Y si algo caracteriza la comunicación es la reciprocidad, de modo que los reproches fácilmente se intercambian por más reproches.

Comunicamos todo el tiempo. Incluso cuando no queremos estamos comunicando. Comunicamos con palabras y con gestos, desde el razonamiento y desde las emociones. Los modelos de comunicación que se establecen en la pareja son determinantes para hacer que ésta se vea dotada de energía a lo largo del tiempo o por el contrario se vuelva insatisfactoria para ambos miembros. A menudo la comunicación ineficaz se escuda bajo frases tales como “yo es que soy así”, “a mi me gusta la sinceridad, yo digo las cosas cómo las siento” o “es que los dos tenemos mucho carácter”. Cuando interactuamos con nuestra pareja, es vital, no sólo expresar cómo nos sentimos, sino dar un paso más allá de nosotros mismos, pensar en cómo se siente el otro. Para ello, aunque ser espontáneo puede ser un alivio momentáneo, es necesario analizar y planificar nuestra forma de comunicarnos. La comunicación efectiva se traduce a menudo en la felicidad de quienes la comparten.

También es necesario que cada miembro de la pareja, en cuanto receptor, vea más allá de las palabras y trate de descubrir la emoción que sostienen estas. John Gray, en su libro “ Los hombres son de Marte y las mujeres de Venus” ya nos advierte de las diferencias de género como un factor a tener en cuenta en la comunicación. A menudo las parejas discuten desde dimensiones distintas. Muchas veces las mujeres hablando, desde el plano emocional, usan expresiones como “tu siempre haces lo mismo” o “nunca me escuchas”. Ante esto, el hombre tratando de usar la lógica, es decir desde su parte más racional, se justifica buscando ejemplos de situaciones en las que eso de que se le acusa no fue así, le parece injusta la sentencia que se le imputa, es decir, trata de demostrar que no “siempre” lo hace mal. En realidad la frase “nunca me escuchas” puede ser expresión de una necesidad afectiva, del deseo de recibir muestras de atención y valoración, de sentir que a la otra persona le interesa lo que uno trata de comunicar. Cuando esto no se percibe, suele desembocar en una mayor frustración. La mujer por su parte, no se siente comprendida y el hombre suele encerrarse o distanciarse porque se siente atacado. En ocasiones se torna en una espiral agresiva, verbalmente, bajo el lema “la mejor defensa es un buen ataque”. En este contexto se dicen muchas cosas de las que luego se arrepienten, pero que a la larga van agrietando la relación.

Partiendo de la base de que todos tenemos necesidades emocionales, el quid de la cuestión está en cómo hace cada miembro de la pareja para cubrir esas necesidades. Hay ciertos métodos, que aunque a corto plazo pueden darnos lo que buscamos, a la larga pasan factura a la relación. Me refiero a métodos tales cómo la coerción, la intimidación o el chantaje emocional.

La comunicación negativa es un arma de doble filo. No sólo es destructiva para la relación, sino que de forma paradójica puede llegar a ser un modo de mantenerla. Saliendo del contexto de la pareja, pongamos por ejemplo un niño en clase que consigue llamar la atención de su profesora con malas conductas. Obviamente esta atención es negativa, expresada en castigos y riñas, pero al fin y al cabo es atención. De modo que si el pequeño no aprende otras conductas para conseguir atención positiva, se mantendrá en esta dinámica. Del mismo modo sucede entre dos individuos que se castigan verbalmente. No es lo que más les gustaría, pero es la forma en la que se ha enquistado su comunicación y, muchas veces, lo prefieren ante el silencio de la indiferencia.

En terapia, familiarizamos a las parejas con el término “gratificación”. Cuando la comunicación se caracteriza por palabras de empatía y gratitud, ésta se experimenta como reforzante e intensifica el deseo de estar en comunión. La relación suele tener elementos que a uno le agradan, pero muchas veces se asumen como parte de la rutina y no se le da el valor necesario, antes, el foco de atención se traslada a aquellas cosas que nos molestan, a lo que desearíamos cambiar. Modificar este aspecto puede dar un giro a la relación si se mantiene de forma constante. Por ejemplo, empezar a ver lo que tu pareja hace que sí te gusta y comunicárselo. Expresar cuánto aprecias que la comida esté preparada, o que te escuche, que te acompañe, que colabore en las tareas del hogar, etc.

Las caricias, la mirada y otro gestos dan mucha fuerza a lo que decimos. Solo hay que observar a los actores de cine. Cuando se dicen que se quieren lo hacen fijando su mirada, cogiéndose de la mano o fundiéndose en un apasionado abrazo. Quizá en algún momento todos han acompañado sus palabras con el lenguaje no verbal que las apoya, pero puede que al caer en la rutina, por el paso del tiempo o por no prestar atención, se haya ido perdiendo esta habilidad. Estaría bien volver a utilizarla, reaprender su importancia y aplicarla en la próxima conversación con esa persona a la que se ama.


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"Quiéreme para que me quiera".

La información que uno tiene de si mismo no es la autoestima, es lo que se conoce como “autoconcepto”. La autoestima es la forma en la que valoramos ese concepto. Ante una misma información, como por ejemplo que la gente se ría cuando uno habla, la interpretación puede ser muy distinta. Uno podría pensarse divertido o gracioso, pero otro podría sentir que está haciendo el ridículo, o que los demás no le toman en serio.

La autoestima, se va formando desde la infancia, en base a la información que nos han transmitido, a la interpretación de esa información y a la valoración propia y por parte de los demás. Por ejemplo, ante las continuas riñas entre los padres, un niño puede interpretar que están enfadados con él, es decir, culparse de la carga emocional negativa que observa en ellos.

Cuando comenzamos una relación de pareja, no lo hacemos solos, sino acompañados de un equipaje experiencial, en el cual se incluyen expectativas, ilusiones, decepciones, miedos, buenas y malas experiencias, virtudes y carencias, educación, cultura, etc. Por eso a veces no resulta fácil engranar nuestra vida con la de la otra persona, que por supuesto arrastra un bagaje distinto al nuestro.

La autoestima, es decir nuestra forma de valorarnos influye también en la forma en que vivimos el amor de nuestra pareja y hacia nuestra pareja. Cuando uno no se ama a sí mismo puede tener dificultades para recibir el amor de otra persona, con lo que las muestras afectivas de ésta nunca son suficientes. Por ejemplo, los celos muchas veces vienen por la propia inseguridad proyectada en la pareja, “confío en ti pero no en los demás,” “no me gusta que te miren, te quiero sólo para mi.”. La dependencia y el chantaje emocional también son características de una necesidad afectiva: “no puedo vivir sin ti”, “si me quieres no hagas esto o aquello.”

Cuando uno tiene carencias afectivas no satisfechas también se ve limitado para dar amor. La admiración es una característica de las parejas felices, el poder animar y apoyar de forma positiva. La persona insegura, tiene miedo de apoyar al compañero o compañera en su propia autonomía. Vive como amenazas cualquier cosa que exija la dedicación del cónyuge. Por eso, en lugar de ofrecer apoyo, muchas veces expresa sus miedos.

Hemos de entender que para que el amor se mantenga a lo largo del tiempo, éste necesita ser alimentado por una constante reciprocidad: dar y recibir. La persona que asume un rol de “salvador”, “víctima” o cualquier otra postura que rompe la cadena de dar y recibir, generan dinámicas destructivas en la relación.

En la forma de comunicarse, a menudo la falta de autoestima se expresa en dos vertientes:

  • Pasivo: tiende a conformarse, evita el conflicto y cede ante la imposición.
  • Agresivo: trata de controlar y de imponer su punto de vista, vive como una amenaza la disensión, tiende a ser poco tolerante e intransigente.
  • También se puede dar un tercer caso: pasivo-agresivo, según la situación o personas, reacciona de una forma u otra.

La persona con una autoestima sana posee la habilidad de comunicarse de forma asertiva, es decir, expresando su opinión de manera abierta y segura, ejerciendo sus derechos sin pisotear los de los demás.

Como dicen algunos sistémicos, somos víctimas de víctimas, y por lo tanto nadie pasa ileso por las relaciones de la vida. Lo importante es conocer nuestras carencias afectivas y entender nuestros miedos para poder desmitificarlos. No vivir proyectando en la pareja lo que en realidad es una limitación nuestra.

Aceptarnos y valorarnos es el primer paso para poder amar a otros y recibir su amor. Implica un apoyo más allá de nuestras virtudes, que incluye ser amados aún a pesar de nuestras limitaciones, y que éstas sean sólo temporales, como parte de un proceso de aprendizaje.



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Habilidades para ligar.


“Seducimos valiéndonos de mentiras y pretendemos ser amados por nosotros mismos.”

Paul Géraldy.














La seducción se confunde a menudo con una verdad a medias, o dicho de otro modo con una sutil forma de engañar. Pero ese tipo de seducción lleva a la decepción de quien se enamora y a la profunda frustración de quien seduce por no poder ser uno mismo confiando en que será amado.

Cuando se habla de ligar, casi todos lo hacen como si fueran expertos en la materia. En cambio, a la hora de practicar, no son tantos los que lo hacen con ciencia. Muchas veces se imita lo que hacen otros, o se aprende por “ensayo y error”. A nadie le gusta que le digan cómo seducir, pero todos, si existiera, se aprenderían una fórmula mágica.

En esta ocasión vamos a dar algunas pinceladas que pueden ser útiles para todos aquellos que quieren atraer y enamorar a otra persona.

En el taller que venimos impartiendo de “Habilidades para ligar” hemos descubierto que una de las cosas que más le cuesta a la gente es romper el hielo. Los nervios juegan muy malas pasadas. A veces todo se queda en la ilusión de haber tenido una agradable conversación con alguien que nos parece especial. De los que dan el paso, muchos no pasan de un par de preguntas y un silencio incómodo. Los hay que sí que se acercan y acaban disfrutando de una amena interacción. En todos los casos, hay algo que es fundamental para disminuir la ansiedad y además conseguir que la persona objeto de nuestro deseo se lo pase mejor con nosotros.

La ansiedad, en este campo, muchas veces se produce por preguntas tales como “¿qué pensará de mi?”, “¿y si me rechaza?” u otras por el estilo. Observemos que el foco de atención en este caso está en uno mismo, no en la persona que deseamos conocer. Si ponemos una lupa sobre un texto, la zona que enfocamos se hará más notoria. Si la cambiamos de lugar no nos llamará tanto la atención. Del mismo modo, cuando nos centramos en nosotros, aumenta el estrés por quedar bien y por consiguiente el miedo a hacerlo mal. Si cuando interactuamos con otros nos hacemos las siguientes preguntas “¿qué me gusta de el/ella?” “¿qué intereses tiene esta persona?” etc., descubriremos que de repente ya no nos sentimos tan nerviosos y que nuestro compañero de interacción se sentirá mucho más valorado y puede que se interese más por la persona que le hace sentir de ese modo.

Otra cosa muy importante es el manejo de las preguntas que hacemos en una conversación. Si las preguntas son cerradas, del tipo “¿te gusta la música?” las respuestas sólo podrán ser “si” o “no” con lo que se da menos pie a que la conversación continúe. Si la pregunta es abierta, “¿qué tipo de música te gusta?”, es más fácil continuar la conversación de un modo distendido. Lo ideal es hacer una pregunta abierta, pero si no se conoce a la persona a veces es complicado. Por ello es recomendable, si se hace una primera pregunta cerrada, continuar con una que dé más variedad de respuesta.

Una duda muy común es sobre qué temas hablar. Lo más natural es ir en progresión, de cosas más generales a más personales. Por ejemplo, la pregunta “¿tienes novio?” es muy personal, da poco juego a la seducción. Este tipo de preguntas hacen que desaparezca la gracia que se produce por la incertidumbre. En cambio, empezar hablando sobre aficiones o algún suceso reciente puede resultar menos violento y más ameno.

El verdadero seductor es aquella persona en cuya presencia, tanto hombres cómo mujeres se sienten valorados. No tanto la que desea ser el centro de atención, cómo la que centra su atención en los demás. No lo es el que se esfuerza el fin de semana por seducir, como quien hace de su vida una forma de interactuar interesándose en los demás.

Las relaciones personales pueden ser una forma de desarrollo personal, de disfrutar y aprender. Por ello es un campo que merece la pena cultivar.


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"La primavera...la sangre altera"


Ya se encarga nuestro refranero de advertirnos que la primavera es una época especial, que de un modo extraño nos volvemos más proclives a enamorarnos y de alguna forma parecemos más felices.


El ser humano no tiene una época de celo marcada en el calendario anual, podríamos decir que “esta dispuesto” todo el año. Pero si que es cierto que al entrar la primavera sufrimos una especie de alteración. Y no es de extrañar, tras un largo invierno, donde nos hemos privado de las salidas al aire libre y nos hemos camuflado bajo el abrigo, llega el “destape”. Nos dejamos seducir por la variedad de colores que ofrece la moda primaveral, la ropa cubre menos, el sol reluce en las terrazas de los bares y las salidas se ven acompañadas por el buen tiempo.


Al igual que el mal tiempo influye en el estado de ánimo, hasta el punto de relacionarse con el mayor número de depresiones en los países nórdicos; el sol también nos afecta de forma positiva. Precisamente la luminoterapia simula la intensidad luminosa de la luz solar demostrando así sus efectos terapeúticos. De hecho, la prolongación del día en primavera disminuye la segregación de melatonina, hormona implicada en el estado de somnoliencia.


¿Qué sucede cuando nos enamoramos?


Más tarde o más temprano, más intensa o más levemente, a todos nos llega ese cúmulo de sensaciones que nos hacen sentir como si estuvieramos “flotando”.


La química del flechazo tiene tres ingredientes básicos:

  1. Fenilalanina: Se relaciona con la sudoración y la dilatación pupilar.
  2. Adrenalina: Acelera el corazón y nos hace sentir emocionados.
  3. Endorfinas: Protege nuestro sistema inmunológico y nos hace sentir mejor.


Es importante distinguir entre amor y enamoramiento. El primero tiene un inicio progresivo y es de duración larga. El segundo es más rápido tanto en su inicio como en su final. El enamoramiento es la interpretación que hacemos ante la activación que sentimos. Por ejemplo, una adolescente a la que sus padres le prohiben salir con un chico, cada vez que lo haga sentirá una activación mucho mayor, pues está haciendo algo prohibido. El caso es que lo más probable es que no interprete su activación de esta forma, sino que crea y se autoafirme en su amor, pues relaciona al objeto de su amor cómo el causante de tanta excitación.


El enamoramieno puede provocar el inicio de una relación de pareja, pero no es suficiente para hacerla sólida a lo largo del tiempo. El amor es algo dinámico, susceptible de cambios, una construcción que se alimenta de dar y recibir.


Empezar una relación es algo relativamente sencillo, aparentemente atractivo. Mantener esa relación a lo largo del tiempo sintiendose satisfechos es un trabajo más minucioso.


El cine ha contribuido a mitificar una idea romántica y casi superficial de la pareja. Lo curioso es que las películas se acaban en el momento que deciden casarse o compartir su vida, rara vez se muestran los conflictos y como se superan. Por eso, en pareja, una de las primeras cosas que hay que hacer es desaprender para reaprender, entendiendo que se trata de dos, que buscar culpables no soluciona el problema, que es mejor aceptar que tratar de cambiar a nuestra pareja.


Al principio, cuando uno esta enamorado, las “pequeñas manías” del otro se perciben de forma inocente, casi como divertidas, algo sin importancia que “ya cambiará”. Luego nos frustramos al descubrir que esa persona tiene defectos que nos resultan insoportables e incomprensibles. El amor se construye conociendo y aceptando no sólo las virtudes sino las carencias de la persona.


No hay un límite establecido para la duración del enamoramiento. Algunos psicólogos establecen el límite en un máximo de seis meses, mientras otros lo alargan hasta los tres años. El caso es que su duración es limitada aunque se puede reactivar repetidas veces a lo largo de una relación. Lo más importante es ser conscientes de que tiende a disminuir y por ello es importante trabajar en el amor, en algo más duradero, dependiente no sólo de los sentimientos sino de la voluntad.

Hay quienes se enamoran de estar enamorados, y buscan ese sentimiento en una relación, sin preocuparse en construir nada más. Por eso cuando esa activación se mitiga abandonan la relación o se sienten profundamente frustrados.


Es muy excitante vivir un romance y sentirse enamorado hasta la médula, pero también es muy gratificante construir una relación íntima y exclusiva que, cómo dice la teoría gestáltica, es más que la suma de sus partes.





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"Lo siento cariño, hoy también me duele la cabeza".

Deseo sexual hipoactivo en la mujer:


Deseo sexual hipoactivo se refiere a cuando la líbido está por debajo de lo normal durante un periodo relativamente largo de tiempo. Esto de “normal” deja muchas preguntas

sin resolver. Si observamos los resultados tan dispares de la encuesta, realizada por Durex, sobre la frecuencia de relaciones sexuales, veríamos que no es fácil definir lo normal en lo que a este tema se refiere. Según este estudio es Grecia el país que más veces hace el amor, el 87% de su población lo hace al menos una vez por semana. En el polo opuesto está Japón, con sólo un 34%. Pero, ¿acaso están insatisfechos los japoneses? o ¿consideran suficiente los griegos mantener un encuentro sexual a la semana? Las diferencias, no s

on sólo culturales, si rascamos un poco más en la población de un mismo país veremos la cantidad de variaciones entre personas. Por no mencionar las diferencias de género, que también están a la vista.


La disminución del deseo sexual cómo disfunción no es únicamente femenina, pero es mucho menos frecuente que se de en los hombres. Por eso en este artículo lo vamos a centrar en las mujeres. Dicho sea de paso, que todo hombre que quiera entender más sobre el funcionamiento sexual femenino, hará bien en leerlo.


La consulta más frecuente que hacen las mujeres que solicitan terapia sexual está directamente relacionada con el deseo sexual hipoactivo (DSH): falta de interés en el sexo, ausencia de fantasía sexual y baja frecuencia de actividad sexual de forma persistente o recurrente.


¿Por que se produce?


En el acto sexual se distinguen cinco fases por los diferentes cambios fisiológicos que se experimentan en el cuerpo. Las etapas son: deseo, excitación, meseta, orgasmo y resolución. Es importante distinguirlas para disfrutar de cada una de ellas, entendiendo el sexo cómo algo más amplio y duradero que la penetración. La complicación, de la disfunción que estamos tratando, está en que afecta al deseo, que es la primera fase del acto sexual. Se tarda mucho en acudir a terapia, en detectar el problema, porque si no hay deseo no se vive tan dramáticamente como cuando hay deseo pero falla alguna otra fase posterior.


El bajo deseo sexual se asocia a menudo con otros problemas en la pareja. De modo que no se vive cómo una dificultad sexual sino cómo un distanciamiento emocional. Pueden darse ambas cosas paulatinamente pero primará la resolución del conflicto en el matrimonio.


La disminución del deseo sexual también se relaciona con un alto consumo de alcohol u otras drogas. Hay ciertos fármacos, entre otros los antidepresivos que tiene como un efecto secundario la disminución de la líbido.


Además, se distingue el DSH primario (cuando nunca hubo deseo sexual) y secundario (existió deseo anteriormente pero actualmente ha disminuido o desaparecido). El mejor pronóstico siempre se lo lleva el secundario, aunque ambos tipos son susceptibles de mejoras con el tratamiento.


Como ya hemos dicho, no existe un criterio diagnóstico que diga que cantidad de deseo sexual es normal y cual es escasa. Por lo tanto el diagnóstico se ajusta al criterio del propio paciente, sus circunstancias, edad, cultura, etc.


Muchas mujeres vienen a la consulta frustradas por no tener un deseo sexual como el de su marido. Comentan “parece que el siempre está dispuesto”, se comparan y se exigen sentir más de lo que sienten. A veces acceden a tener relaciones “porque toca” sin tener el deseo. Por si fuera poco son muchos los casos en los que la mujer pierde el deseo y el hombre lo aumenta. Por todo ello es mejor evitar las comparaciones y buscar la satisfacción propia y de la pareja, y es en esa dirección donde ambos deben luchar, evitando los reproches y creando una base de comunicación comprensiva y positiva.


Algunos consejos:


En todas las disfunciones sexuales se recomienda acudir al especialista, pero en el caso de DSH la re

comendación es aun más importante puesto que se trata de un tema más complicado y cuyo tratamiento es más lento.


Aún así hay muchas cosas que se pueden hacer para mejorar la situación actual o incluso prevenir.


Es importante distinguir el sexo del afecto. Muchos hombres interpretan que su reclamo de tener relaciones es una forma de mostrar afecto puesto que convierten a su mujer en el objeto de su excitación. Esto no se vive de la misma forma por una gran mayoría de mujeres. Ellas no se sienten “dispuestas” si primero no se sienten queridas y valoradas por su pareja. Por ello es importante cultivar la pareja en el campo de la comunicación afectiva. La forma de tratarse debe partir de la aceptación del otro y no desde las exigencias y el reproche. Muchas veces se da por sentado que la pareja sabe que es querida, pero no está de más decirlo más a menudo. Hay mujeres que desearían ser más expresivas afectivamente con su pareja pero no lo son porque asocian la muestra de cariño con la consecuente relación sexual. Es conveniente que la mujer pueda sentir que no necesariamente su pareja esta siendo cariñosa porque quiere hacer el amor.


La comunicación clara y comprensiva es siempre una ayuda muy eficaz para mejorar las relaciones sexuales. Eso se logra cuando hay una base de confianza con la pareja. Por ello muchas relaciones de “fin de semana” dejan a una de las partes frustrada pues no existe ese margen donde poder explicar lo que a uno le gusta y lo que no. Hay mujeres que no disfrutan como a ellas les gustaría y no se lo dicen a su pareja por miedo a herir sus sentimientos o por desconocimiento d

e su propia sexualidad. Una forma de poder hablar con la pareja es desde un enfoque positivo. Decir primero lo que si te gusta, lo que si disfrutas. Explicar que ciertas cosas no te excitan tanto como otras, es decir, no sólo comunicar lo que no te gusta sino ofrecer una alternativa de lo que crees que podría funcionar mejor.


Entendiendo que el estrés es una fuente inhibidora del deseo, es conveniente encontrar momentos que nos aíslen de estas fuentes. Por ejemplo, quedar a tomar algo fuera de casa. Unas vacaciones, aunque sea un día en el campo o en la playa. Al principio de la relación se crean muchas situaciones románticas donde conocer y conquistar a la persona deseada. Más necesario es aún con el paso del tiempo generar etas situaciones y disfrutar de la persona que deseamos.


El sexo no se ciñe al coito. Es algo más amplio. Involucrar todos los sentidos en este aspecto es un elixir de la excitación. Generar expectación. Por ejemplo, a una mujer no le excita tanto que le toquen directamente los pechos como si se hace con el juego previo que insinúa el acercamiento a estos. Distinguir entre caricias sensuales (por todo el cuerpo) y sexuales (en las zonas erógenas). Los aromas, los sonidos, la decoración, etc. son cosas que ayudan a implicar a otros sentidos además del tacto.


Se puede mejorar y la terapia es de gran ayuda. Es mejor evitar el paso del tiempo y trabajar juntos, guiados por un especialista, en la dirección que beneficie a ambos miembros.




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Distanciamiento emocional en la pareja.

Por Anna I.Gil Wittke.

Sin el amor que encanta,

la soledad de un ermitaño espanta.

¡Pero es más espantosa todavía

la soledad de dos en compañía!

Ramon de Campoamor.



Vivimos en uno de los países que más apuesta por el divorcio ante los conflictos o el deterioro del matrimonio. Parece que es la pareja el vínculo más frágil, más vulnerable. Los hijos siempre serán hijos, los padres nunca dejarán de serlo y lo mismo pasa con los hermanos. Incluso en caso de una brecha en el diálogo, el vinculo sigue existiendo, no se concibe el término de “ex-hijos” o “ex-padres”. Pero la pareja, esos dos individuos que aparentemente se unen por amor, parece ser más sensible a diversos factores que en ocasiones producen el final de la relación.


La pregunta que se hacen todos es “¿por qué se rompen las parejas?”. Seria ingenuo tratar de contestar a esta pregunta con una sola respuesta. Algunos dicen que se acabo el amor, o que ya no sienten lo mismo. Otros hablan de diferencias insuperables que cada vez eran más notorias. La tendencia natural es buscar un culpable, quizá en un intento de entender, de comprender porque nos ha tocado a nosotros.


Nadie se acuesta enamorado y a la mañana siguiente decide romper con su pareja. El divorcio no se limita al momento en el que se firman los papeles. Antes de llegar a ese punto ha habido muchas pequeñas rupturas que han ido deshaciendo la unión que la pareja se profesaba. Se dice que antes de la separación física existe una emocional.

Dos individuos pueden estar aparentemente “juntos”, compartiendo la misma habitación, pero vivir muy lejos el uno del otro. Las pequeñas decepciones, los resentimientos y el miedo fueron ahogando la admiración que se sentía hacia la

pareja y finalmente todo son reproches y quejas.


Parece que el declive de una relación fuese una norma general, que casi es mejor estar preparado y “hacer separación de bienes” porque nunca se sabe a quien le puede tocar. Todos conocemos el caso de alguna pareja, que parecían llevarse de maravilla y un buen día se separan.


El divorcio no es cuestión de suerte, no es que te toca sin más. Hay que destacar que una relación de pareja es ante todo dinámica, algo susceptible de cambios, un espacio donde dar y recibir. Es en este sentido, dónde cabe hablar del amor como una construcción, como el resultado de un trabajo en equipo.


Es importante resaltar que los conflictos no son la causa que pone fin a una relación. Es más bien la forma de resolver esos conflictos lo que determinará el rumbo de la pareja.


Diferencias de género:


Al tratar con parejas, los psicólogos vemos cómo se repiten ciertos patrones conductuales que delatan ciertas diferencias entre hombres y mujeres.


La tendencia masculina es, si se cree que existe la posibilidad, tratar de resolver el conflicto. Pero si no se sabe cómo hacerlo, sobre todo cuando uno cree que ya lo ha intentado, se enfocará en otras actividades, en otras cosas que sí puede resolver o dónde sí se valora su aportación.


Las mujeres, abanderadas en el poder del diálogo para la resolución de conflictos, procuran hablar con la pareja hasta sentirse aliviadas. La frustración femenina viene cuando no observan en su pareja el deseo o la necesidad de hablar, o peor aun, cuando no existe tal disposición. La tendencia es exigir, exigir colaboración tal y cómo ellas la darían.


Y es en este punto dónde se producen muchas fricciones. La mujer exige y el hombre se vuelve más reservado. Ella interpreta como un desprecio o desvalorización hacia su persona y hacia la relación la actitud de su pareja. El se siente injustamente tratado y poco valorado.


Cómo dice el psicólogo americano John Gray, es necesario pararse a pensar en las diferencias de género para entender gran parte del comportamiento de nuestra pareja.


Hay dos cosas a tener en cuenta a la hora de interactuar en pareja.


En primer lugar esta la aceptación. Aceptar las diferencias y aceptar a la persona en el punto en el que se encuentra. Es decir, reconocer y no rechazar.


En segundo lugar, la comprensión, nunca al revés, pues no se puede comprender algo que se rechaza. La comprensión se produce desde la perspectiva del otro, no desde lo que nosotros creemos que debería hacer.



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La eyaculación precoz


Dicen las estadísticas que casi un 40% de la población mundial presenta la sintomatología propia de la eyaculación precoz. De este 40% sólo un 30% solicita la ayuda de un profesional. Más del 90% de aquellos que siguen un tratamiento adecuado logran superar esta disfunción.

Pese al buen pronóstico que presenta la eyaculación precoz, sigue habiendo mucha resistencia a la hora de acudir a un especialista. Una dificultad añadida es saber a quién acudir. Suelen ser los médicos de atención primaria o los urólogos los que reciben las primeras consultas. Muchos son derivados a psicólogos que ofrezcan un tratamiento eficaz para las disfunciones sexuales.


¿Por qué se produce la eyaculación precoz?


La eyaculación precoz se origina por diversos factores. Puede surgir en el seno de una relación de pareja conflictiva, donde el hombre evita el contacto afectivo-sexual prolongado (son los menos). En otras ocasiones se debe a carencias en la educación, es decir, que él, no ha aprendido que la relación sexual pasa por satisfacer, ademas de a si mismo, a su pareja (visión que se asociaba al machismo). A veces un mal entrenamiento, como masturbarse buscando eyacular en el menor tiempo posible, generan estrés y dificultan disfrutar y percibir las sensaciones graduales que se producen en el camino al orgasmo. Buscar distraerse durante el coito para retrasar la eyaculación produce los mismos resultados no deseados. También puede tener su origen en factores orgánicos a nivel neurológico o en enfermedades de la próstata. Pero, en la mayoría de los casos tiene un origen psicológico y del comportamiento. Suele ser una preocupación excesiva en complacer a su pareja o lo que los expertos denominamos “ansiedad frente al rendimiento”.

Debemos entender que el cuerpo humano posee la capacidad para un buen rendimiento sexual. Por eso la terapia consiste en descubrir y eliminar aquellas cosas que obstaculizan el funcionamiento sexual natural. Entendemos, de esta forma, que la persona posee esa capacidad y que en su estado natural es la adecuada.


¿Cómo se cura la eyaculación precoz?


Hace no mucho llegó al mercado español la pastilla “milagro” para esta disfunción. Me refiero a la dapoxetina. Milagro no sólo para la disfunción sino para salvar el orgullo de aquellos que la padecen. Pues es un alivio no tener que atribuir a factores psicológicos los problemas que se dan en el funcionamiento sexual.

Este fármaco, efectivamente retrasa el efecto eyaculatorio, pero, ¿cuanto tiempo? Se dice que triplica o cuatriplica el tiempo transcurrido hasta la eyaculación. Pero si hablamos de eyaculación precoz, la cual suele darse antes o al poco tiempo de penetrar la vagina (no más de 1 o 2 minutos), llegar a 3 o 4 minutos sigue siendo antes de lo que la persona desearía para satisfacer a su pareja. Pues si una mujer necesita una media de 12 minutos, el hombre debería al menos alcanzar este tiempo antes de llegar al climax.

Entendiendo la importancia de los factores psicológicos, la terapia va encaminada no sólo a tratar la ansiedad, sino a aprender pautas de control del reflejo eyaculatorio.

Entendiendo que la eyaculación tiene dos fases: una preexpulsiva (el llenado de esperma de las vías genitales posteriores) y otra expulsiva (la expulsión del esperma). Pues bien, la primera fase es suceptible de control volitivo, la segunda no; actúa puramente como cualquier otro reflejo, es decir como un impulso. Se trata de aprender a controlar esta primera fase de la eyaculación ya que es reversible y así poder retrasar la segunda. Es decir, que el implicado pueda eyacular cuando lo desee disfrutando más de la fase previa al orgasmo.

No obstante, se pueden combinar los medicamentos con la terapia psicológica.


Algunos consejos:


Si entendemos que la relación sexual no se reduce a la penetración vaginal aumentamos el campo de exploración y disfrute sexual.

El sexo, como la relación de pareja es cosa de dos y la responsabilidad se divide, no recae todo el peso en el hombre.

Reconocer las sensaciones asociadas a la fase de pre-expulsión ayudan a detectar cuando uno está cerca de la expulsión, pudiendo parar para volver a continuar con más margen temporal.


Se dice que la eyaculación precoz es la disfunción preferida de los psicólogos y sexólogos puesto que su tratamiento es tan eficaz como sencillo. La dificultad está quizá en que son pocos los que consultan y que además se tarda una media de 4 años y medio en hacerlo con lo que se contribuye a su cronificación. Por eso, si se encuentra en el caso de que de forma recurrente eyacula antes de lo deseado, en un intervalo de tiempo muy bajo, el consejo es que solicite la ayuda de un profesional, para poder disfrutar cuanto antes de los beneficios de un buen tratamiento.



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